lunes, 30 de julio de 2018

GASPAR ENTRE CÁNCER Y LEO
Relato


La biopsia de Gaspar no parecía informar nada bueno.  Asustado la llevó al médico y este le dio la mala noticia; sí había un cáncer incipiente y sería necesario el tratamiento radiológico.  “No lo ordenemos ya, le dijo Gaspar, deme un pequeño plazo”.  “Claro que hay plazo, porque tienes que hacer unos trámites del seguro de salud.  Eso no se ordena de inmediato”.

Salió Gaspar algo tranquilo del consultorio, porque el tratamiento no empezaría todavía (¡cobarde!), pero lo que ignoraba, y lo vamos a saber nosotros de una vez, es que en el laboratorio fueron puestos a su nombre los resultados del examen de otro paciente.  Volvió a la ‘realidad’ y, meditabundo, pasó 24 horas sin saber que hacer, trabajando como un autómata, andando como un zombi y conduciendo como un loco.

Por fin, la noche del día siguiente tiene el valor de informarlo a su esposa Leticia, lo que no la asombra ni poquito.  “¿Qué le pasará a esta?  ¿No es solidaria conmigo?  ¿No entiende la gravedad del caso?”  ¡Qué noche la que pasa Gaspar!  Se siente solo en el mundo, sin ningún apoyo.  Duerme muy pocas horas, se levanta con ojeras y todavía andando como un zombi.  Desayuna callado y ella tampoco le dirige la palabra.  Sale acobardado para su trabajo.  La causa de todo es que Leticia se la juega con Alfredo, un compañero de tenis en el club, y ya ha perdido todo interés por Gaspar, hasta el punto de no preocuparse por un asunto tan grave como es este del cáncer.

Volvió Gaspar muy nervioso al doctor.  “No te preocupes tanto, el caso no es tan serio, el mal está en su etapa inicial y con unas pocas irradiaciones será suficiente”.  No quedó satisfecho el hombre, siguió dándole vueltas al asunto y recordó que su amigo Enrique fue irradiado el año anterior.  Buscó a Enrique para informarse de pormenores; este, además de bebérsele cuatro cervezas en el bar más caro, le contó morbosamente sobre los aspectos mas crueles del tratamiento.  Gaspar, horrorizado, resolvió que esperaría un tiempo, para someterse a ello cuando acopiara fuerzas.  Pero, de momento, no las empezó a recoger; salió caminando cabizbajo por la larga avenida hacia su casa, imaginando sufrimientos y desdichas, derrumbando gratuitamente el mundo sobre sí y derrumbando también, descuidado, unos botes de basura y varias jardineras.

Entre tanto, su esposa Leticia comenta el caso en su tertulia de amigas, como por tener de qué hablar, y de una vez le llueven toda clase de sugerencias: baños con aguas de no-se-qué, bebidas de frutas exóticas, ungüentos amazónicos…  De vuelta a casa, le propone a Gaspar que se haga todos esos remedios; él le dice que no se va a prestar para esas hechicerías.  “Esas viejas son unas brujas y unas chismosas, ¿sabes qué fueron a decirme el otro día? que estabas saliendo con Alfredo”.  Ella palideció, cambió el tema y no le insistió más en los baños y bebidas.  Le picó el bicho de la desconfianza a Gaspar, se fue a espiarla al día siguiente y confirmó, para su dolor, la infidelidad; pero, por alguna razón, no se resolvió a enfrentar a su mujer.

Leticia siguió preocupada por lo que Gaspar podía estar descubriendo y cambió radicalmente; lo compadeció por su enfermedad, le preparó comidas especiales, le tendió trampas de seducción que no se veían desde los primeros años de casados…  Un día se fue a esperarlo a la salida del trabajo; la recepcionista le anunció que tenía visita femenina, él respondió “dile a Leo que ya bajo”.  Cuando se la encontró de frente se ‘tragó la lengua’ del susto y la saludó trastabillando.  “¿A quién esperabas?   ¿Por qué te asustaste?”  “A tí, mi amor, ¿a quién más?”  “Pues, a esa Leo… ¿Quién es Leo?”  “Ese es un diminutivo de tu nombre; Leticia empieza por Le”  “¿Y de donde sale la o?”  “Es un redondeo, no más; recuerda que nuestro amigo Fernando le dice ‘Teo’ a su esposa Teresa, no te pongas tan desconfiadita”.

Por la noche, hace Gaspar una consulta electrónica de su cuenta bancaria y por poco muere de infarto antes que de cáncer: el saldo no pasa de mil pesos.  “Pero me depositaron el viernes la quincena y ayer la prima y solo he pagado el mercado del sábado. – ¡Leti! ¿Este retiro  de la cuenta es tuyo?”  “Sí, mi amor (ahora sí es un amor), diez mil pesitos”.  “Aquí dice un millón”.  “Eso es un error del banco, tienes que hacer el reclamo”.  “¿Y todas estas compras?”  “Eran cosas necesarias para la casa”.  “¿Una cuenta astronómica de un salón de belleza también es necesidad de la casa?”  “Fue un cortecito de pelo; yo no puedo mantenerme como una escoba”; tienen que estar equivocados en el banco”.  “¡Y qué escándalo esta cuenta de hotel!”  “¿De hotel?  ¡¿Cómo que de hotel?!  ¡Muéstrame!”  Cae en cuenta de algo y replica “¡No, no!  Esto sí es un error del banco”.  No irá al banco a averiguar nada, para que ella no le indague por la cuentecita de hotel…

Al día siguiente, el médico dudó seriamente examinando los resultados de otro paciente: “Yo no creo en estos valores tan normales; el cuadro clínico apunta a otra cosa; averigüe en el laboratorio si no hay algún error o si le pueden repetir el análisis”.  Este se fue a reclamar allí y la laboratorista Berta le anunció la confusión de exámenes y envió las correcciones para el doctor.  La realidad es que Berta, quien sabía de Gaspar, quiso hacerle la maldad porque acababa de descubrir que este era el hombre que andaba en amoríos con su hermanita Leonilde.

También los devaneos con Leonilde eran la causa de que Leticia le hubiera aceptado los reclamos amorosos a otro hombre, para no volver a entregársele al pervertido de su marido.  Al comienzo, lo hizo solo por vengarse en silencio, por chismes de amigas que le aseguraban que él salía con ‘una’, pero indicios de Gaspar y delicias de Alfredo la acercaron más al último, la alejaron del primero y, finalmente, el lapsus de ‘Teo’ y la cuentecita de hotel la afianzaron en su aventura.

Gaspar sale feliz del consultorio el día que va a llevarle todas las autorizaciones al médico y este le dice que no eran necesarias y le explica sobre el ‘error’ del laboratorio.  Mas, al llegar a casa esa noche, su mujer le rinde minucioso informe del hotel donde, no ella, sino él, había estado una noche, en qué fecha fue y con quién pasó su amoroso rato.

Carlos Jaime Noreña

ocurr-cj.blogspot.com
cjnorena@gmail.com

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