jueves, 28 de febrero de 2019


CON ELLA SÍ ME ENTIENDO
Relato


Me presenté en una ventanilla de atención de aquella compañía para un reclamo y el funcionario me atendió descortesmente.

–¡Siempre traen esto incompleto!  ¿Dónde están los soportes?
–Vienen anexos.
–¡Así no se presenta una reclamación!  Cada soporte debe venir tras la hoja correspondiente.  Y estas copias están muy poco claras.  Vaya saque copias buenas y organice correctamente los documentos.  ¡¿Todo se los tiene que arreglar uno?!

Decidí salir del edificio para calmar mi enojo y entré a un cafecito.  Después de mí,  llegó una mujer muy bonita, le dijeron que no tenían cambio y ella iba a desistir del pedido.  Me dije que era la oportunidad para hacer contacto con una mujer tan agradable y le formulé invitación. Ella, agradecida, se sentó a mi mesa y conversamos animadamente.  Para evitar enfrentar al funcionario gruñón, resolví irme a hacer otra diligencia y me fui saboreando el recuerdo de la encantadora chica.  Al regresar, vi con disgusto que ya habían cerrado; tenían jornada continua.

Al día siguiente, me propuse llegar a primera hora; caminando hacia la oficina, me crucé con la muchacha, que me saludó con una radiante sonrisa y siguió hacia los servicios sanitarios femeninos.  Entré a tomar la ficha de atención y me senté a reanudar la lectura que siempre llevo conmigo para aprovechar los tiempos de espera.  Cuando llamaron mi número a la ventanilla 3 donde estaba el hosco funcionario de la víspera, vi que en la 4 atendía ni más ni menos que el encanto de mujer del café.  En un instante se me ocurrió una brillante solución; le dije al de la 3 que llamara al siguiente, que yo esperaría para pasar a la ventanilla 4.

–Con ella sí me entiendo –dije.
–No se puede alterar el orden de atención.
–Yo lo puedo atender, no hay inconveniente –intercedió ella, salvadora.

No solo de asuntos oficiales se habló en el tête à tête; algunas cosillas personales le pregunté, algunas picardías le dije.  Al terminar la gestión, ella me recomendó tomar nota de su número de móvil, por si se me presentaba alguna dificultad con el comprobante (guiñando un ojo).  Se llamaba Natalia.

Salí fascinado y ya planeando hacer una cita con la muchacha, cuando en el pasillo me saludó mi amigo Pascual, quien me dijo, señalándola, “es linda la novia de Camilo”.  Alicaído continué con mis vueltas del día y prácticamente la olvidé.  Pero llegó el anochecer, que es muy mal consejero, y me abrió una puertecita de esperanza: ¿Si no es verdad lo que me dijo Pascual?  O ¿si siendo verdad, va mal esa relación y están a punto de romper?  No voy a dejar de intentar un acercamiento.  Veinticuatro horas después me animé y la llamé.

–Ya se me presentó una dificultad, que tienes novio.
–Estás investigando mucho, ¿por qué no nos encontramos y lo averiguas en la fuente?

Para el encuentro del café, me puse perfume hasta en las rodillas.  Ella me gozó.  “¿Vienes a casarte?”  Me sonrojé, pero una vez roto el hielo conversamos sobre nuestras respectivas vidas y milagros.  Al hablar de compromisos sentimentales, aceptó que había un muchacho que la invitaba mucho pero no estaba en ningún plan con él; “de esos que nos salvan cuando estamos desprogramadas”. 

Salí animado a medias y resolví buscar a Pascual para indagarle más sobre ese supuesto noviazgo.

–Se ven mucho. Ella lo invita a todas partes.  Si estás en algún plan, ahí no tienes chance de nada.

Nuevo desinfle para mí, pero mis ganas de seguir con la chica me hicieron averiguar con otro amigo sobre la novia de Camilo.

–¿Valentina? No es bien bonita, pero muy simpática y buena deportista; se quieren mucho ese par de pichoncitos.

Volví a tomar impulso:  Si Camilo tiene dos novias, no le hago daño quitándole una.

Reanudé, pues, la conquista; fui muy bien recibido por la chica y comenzamos a salir juntos.  Después nos tomamos más confianza, los besos eran abundantes, las caricias excitantes. Un día que la recogí en el trabajo alcancé a escuchar que las compañeras decían “ahí va la conquistadora con su nuevo pretendiente”.  Me sentí un poco molesto, pero en poco rato me pasó, al calor de los mimos de Natalia.  Entramos a comer helado y apareció una amiga de ella, que desde la puerta la saludó efusivamente.

–Natalia Valentina, como estás de bonita, hace tiempo que no te veía.

En la charla entre los tres se reveló que las dos muchachas fueron compañeras en el equipo de basket ball  y estaban ahora, la una en natación y la otra en tenis.  Más tarde salí con mi chica para cine.  Acercándonos a la taquilla, ella pareció ver algo de repente; palideció, se echó hacia atrás y me propuso no entrar a esa película, irnos más bien a jugar bolos.  Yo, sospechoso, miré disimuladamente hacia las filas y reconocí a Camilo.  La llevé a bolos, pero no disfruté tanto del juego como las veces anteriores, porque me quedó un gusanillo en el cerebro, que no me dejaba en paz.

Después de dejarla en su casa, me fui a la mía muy perturbado con lo que estaba descubriendo, pues encajaban todas las piezas del rompecabezas: de nombre Natalia pero también Valentina y deportista; huyó para que Camilo no la viera en otra compañía; lo de “no es bien bonita” era, finalmente, una apreciación muy subjetiva del amigo aquel.

Me quedaba entonces por decidir si dejar de buscarla o dar la batalla.  Dormí muy mal esa noche.  A la mañana siguiente resolví desistir de todas mis intenciones con la picaflor.  Me dolió, pero lo logré y hoy estoy liberado.


Carlos Jaime Noreña
ocurr-cj.blogspot.com

cjnorena@gmail.com

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