domingo, 13 de abril de 2025


Vuelos turbadores

Pasa en adagio frente a mi ventana y yo me quedo en éxtasis ante su belleza y perfección y disfrutando de su fragancia.  Solo le alcanzo a ver por detrás porque mientras venía de frente, más bien perfil, perdí el tiempo abriendo la persiana.  Me queda la vaga idea de una cara muy linda pero alcanzo a ver un trasero, un pomposo trasero bien forrado, protuberante, de perfecta forma de melocotón, que invita a una sensual caricia, que se contonea con ritmo, va subiendo la nalga de la pierna que da el paso, se baja la de la pierna asentada, luego esta se alza y se baja la otra, se alza, se baja, se alza, se baja… y enloquezco.  Y las dichas piernas (valga la expresión, son unas dichas) largas, firmes, bien formadas y bien forradas en jean, dan una imagen de solidez a todo lo que sostienen.  ¿Y qué es lo que sostienen?  A más del culo ya mentado un tronco esbelto hombros finos cuello de estatua griega con preciosa gargantilla y sobre él la cabeza bien proporcionada con cabellera rubia oscura llena de crespos que caen largos y relajados.

Ahora, de noche, atraviesa frente a mi ventana un ser oscuro en vuelo rasante que de súbito se remonta da la vuelta y vuelve a bajar ¿será un murciélago, un gavilán nocturno? no logro distinguir, vuelve a pasar varias veces en su extraño vuelo y termina posándose sobre una rama del arbusto del frente.  Me parece que me está mirando con ojos firmes pero todo está muy oscuro quizás estoy imaginando.  Lo que no es imaginario es su voz, me dice cuídate;  ¿de qué?;  de tus impulsos;  ¿cuáles?;  déjale pasar y no le sigas con esos ojos lascivos;  soy libre;  solo te lo advierto.

La encantadora figura vuelve a desfilar el lunes siguiente y mis ojos me halan hacia la ventana aunque yo quiera hacer caso de la advertencia anterior.  Sus ojos son azules y chispeantes, me embrujan por unos segundos y siguen arrastrando hacia adelante esa escultura viva de rostro terso y sonrosado que provoca tocar, con naricita respingada que compite con unos labios gruesos incitantes pestañas largas ligeramente curvas y coquetas cejas delgadas orejitas como de concurso y un lunarcillo muy bien puesto en el cachete izquierdo.  Le alcanzo a notar sobre el dorso la camiseta pegada que realza unos tentadores pezones muy bien formados el vientre plano y en su jean un marcado promontorio púbico que armoniza con los dos redonditos promontorios de las rodillas.  Quedo en dulce arrobamiento embeleso encanto hechizo trastorno fascinación mareo pasmo enamoramiento.

Se presenta de nuevo el vuelo extraño al anochecer, se detiene otra vez frente a mí el oscuro engendro y me advierte no oses seguirle no es mayor tiene dieciséis;  es que solo le observo no busco acercarme, seguiré el ritual todos los lunes hasta su mayoría de edad;  y nada te ganarás entonces porque no es un ser humano es un ángel;  puedo enamorarme de un ángel;  sería el mayor pecado;  ¿por qué me juzgas, demonio?  Se sacude con violencia y se dispara rápido hacia el firmamento.

Seguí disfrutando de su visión todos los lunes y con progresos porque me atreví a picarle un ojo y me respondió igual, a sonreírle y me regaló una rutilante sonrisa, la que seguimos repitiendo cada semana.  El extraño sombrío no dejaba de visitarme me decía recuerda que es un ángel es intocable, recuerda que es un ángel no tiene sexo y yo lo despachaba con ironías.  Con argucia estimé la fecha del cumpleaños número dieciocho de mi encanto y no erré por mucho, porque me dijo aún falta un mes.  Pasado ese mes me atreví a salir a cantarle el cumpleaños y proponerle que se quedara conmigo.  Me lanzó una mirada triste y comenzó a alzarse del suelo frente a mí, a ganar altura sin dejar de mirarme, sin yo dejar de mirarle hasta que le envolvió una nube en un secuestro que duraría para siempre jamás.



Extraordinarios recuerdos


Allá posado en un alto acechaba el dragón que desde la ventana de mi pieza se oteaba.  Era inmenso y verde y tenía espinas a lo largo del lomo.  Movía la cabezota, abría y cerraba las fauces y cuando intentaba desplegar las alas yo me quedaba un rato largo esperando temeroso que alzara el vuelo.  Yo me imaginaba que solo durante la noche el dragón sobrevolaba el barrio y se complacía viéndonos dormir a través de la ventana y entonces me sobrevenía cierto sentimiento de solidaridad con el pobre animal incomprendido.  Cuando compartí ese encanto con mi hermano mayor me dijo que me llevaría a conocerlo.  Acepté bajo la condición de hacerlo a plena luz del día para aminorar mis temores.  Mira que es un árbol viejo de ramazón desordenada, me hizo notar, y salí desilusionado.


Por el ventanal de la parte de atrás de la casa, situado en un punto alto, me entretenía observando el tráfico poco intenso de las calles del barrio.  Una de estas ascendía en curva bordeando un terreno deprimido y en lo más alto lamía el caserón de los espantos y desaparecía al empezar a descender hacia otra parte baja de la ciudad; así que la casona dominaba desde la altura todas las calles del sector, todas nuestras viviendas, haciendo gala de su amplia puerta y dos grandes ventanas de madera por el frente y pequeños y oscuros ventanucos en los costados.  Traje a mi amiguita Marta Lucía a mostrarle desde esa ventana mi extraordinario descubrimiento; es un caserón desvencijado, me dijo. La saqué defraudado de casa.  Yo sabía que desde estos orificios alzaban vuelo al atardecer los oscuros murciélagos y en la noche profunda los fantasmas que se dirigían hasta nuestras habitaciones a través de sus ventanas descuidadamente abiertas.  Obvio que nunca vi a los fantasmas saliendo de aquel lugar pues lo hacían muy tarde y a nosotros nos mandaban temprano a la cama.


Y el sótano… ¡el sótano!  La oscuridad, el misterio, las momias.  Sí, desenterrábamos momias mi amigo Gildardo y yo.  Con los pelos de punta.  No resistíamos más de cinco minutos.  Todo empezó alguna vez, cuando mi papá le puso una mortecina luz eléctrica a ese lugar y me atreví a explorarlo y de repente vi en el suelo algo blanco que sobresalía; busqué una herramienta y comencé a cavar… hasta que destapé un brazo, un brazo humano completo y sufrí un desmayo humano completo.  Me guardé el secreto y busqué a mi amigo para que él lo compartiera y me acompañara a una nueva excavación, porque el morbo humano siempre nos arrastra hacia el reencuentro de lo terrorífico.  Con la luz pálida del débil foco instalado por papá, encontramos unas piernas cruzadas y salimos despavoridos.  En otras incursiones extrajimos mujeres, bebés y angelitos.  Y al final nos cansamos porque nadie prestaba atención a nuestros asombrosos descubrimientos, nos decían que eran los escombros de un taller de estatuaria.


Cuando la pandilla de amiguitos salíamos de explorar los misterios de los oscuros laberintos de las casas en construcción, el perro de las narices negras aparecía de improviso en medio de nosotros y corríamos hacia nuestros escondites hasta que se perdía.  Pero un día un amiguito valiente le dio la cara y el animal le habló le dijo soy inofensivo diles a tus amigos que salgan a que juguemos.  Por supuesto que no le hicimos caso, pero la vez siguiente el perro se acercó a nuestro refugio, nos miró a todos de arriba abajo para hacernos saber que conocía donde nos escondíamos y se fue muy orondo agitando la cola en señal de triunfo.


  Esperanzas documentadas Estaba comentando con amigos sobre el anciano ministro que se le plantó al presidente y un irreverente dijo que es...