viernes, 23 de octubre de 2015

Otra pildorita de lenguaje:

En una columna de Thomas y Joscelyn y Bill Roggio (sic) en El Colombiano de hoy, el traductor (que no debe de ser de este diario) usa el terrible "cualismo"; dice:
"…que la cúpula de Al Qaeda se ha reubicado al norte de Pakistán, LO CUAL no es secreto para las fuerzas militares ni la CIA, LAS CUALES han estado buscando…"
Tan fácil que es usar el relativo "que":
...LO QUE no es secreto para las fuerzas militares ni la CIA, QUE han estado buscando...
Lo mismo aplica en el caso EL CUAL - QUIEN - QUE. Un ejemplo sería:
"Me encontré con un amigo EL CUAL venía de un concierto".
Aunque se le ponga coma, no cuadra (Me encontré con un amigo, el cual venía de un concierto). Es así:
Me encontré con un amigo, quien venía de un concierto.
...o bien, aunque les parezca atroz usar el "que" con personas:
Me encontré con un amigo que venía de un concierto.

Y, además, en este mismo artículo, vuelven con el muy común error de traducción LAS TROPAS:
"Pero una fuerza de entre 20 y 25 mil tropas apoyaría mucho mejor a nuestros aliados…"
En español, "tropa" se refiere al conjunto de soldados; en inglés, "troop" también se refiere a ello, pero dice el diccionario que se puede usar en plural, o sea que se puede decir "the troops" para referirse a la tropa; así, "25.000 troops" denota 25.000 soldados y no se puede traducir al español como "25.000 tropas".

miércoles, 21 de octubre de 2015

Ahora comenzaré algunas entregas con citas de Marcel Proust en su obra LE TEMPS RETROUVÉ (“el Tiempo Recuperado”, libro séptimo de “En Busca del Tiempo Perdido”).

Y empezaré con unas muestras de tinte poético.

...la splendeur antique inchangée d’une lune cruellement, mystérieusement sereine, qui versait aux monuments encore intactes l'inutile beauté de sa lumière...

...el inmutable y antiguo esplendor de una luna cruelmente, misteriosamente serena, que lanzaba a los monumentos todavía intactos la inútil belleza de su luz... (Admirando la luna sobre París, en medio de la destrucción de la guerra)


La nuit était aussi belle qu’en 1914, comme Paris était aussi menacé. Le clair de lune semblait comme un doux magnésium continu permettant de prendre une dernière fois des images nocturnes de ces beaux ensembles comme la place Vendôme, la place de la Concorde, auxquelles l'effroi que j’avais des obus qui allaient peut-être les détruire donnait, par contraste, dans leur beauté encore intacte, une sorte de plénitude, comme si elles se tendaient en avant, offrant aux coupes leurs architectures sans défense.

La noche estaba tan bella como en 1914, tanto como amenazado estaba París. El claro de luna parecía un delicioso destello incesante de magnesio que permitía tomar por última vez fotografías nocturnas de bellos entornos como la Plaza Vendôme, la Plaza de la Concordia, a los que el espanto que yo sentía de los obuses que tal vez los destruirían, les daba, por contraste, en su belleza todavía intacta, una especie de plenitud, como si se entregaran por adelantado, ofreciendo a los impactos su arquitectura indefensa.  


Il faisait une nuit transparente et sans un souffle. J’imaginais que la Seine coulant entre ses ponts circulaires, faits de leur plateau et de son reflet, devait ressembler au Bosphore.


Hacía una noche transparente y sin un soplo de viento. Yo imaginaba que el Sena, que fluía entre sus puentes circulares, formados por sus arcos y sus reflejos, debía parecerse al Bósforo.


Le soleil éclairait jusqu’à la moitié de leur tronc une ligne d’arbres qui suivait la voie du chemin de fer. “Arbres, pensais-je, vous n’avez plus rien à me dire, mon cœur refroidi ne vous entend plus. Je suis pourtant ici en pleine nature, eh bien, c’est avec froideur, avec ennui que mes yeux constatent la ligne qui sépare votre front lumineux de votre tronc d’ombre. Si jamais j’ai pu me croire poète, je sais maintenant que je ne le suis pas. Peut-être dans la nouvelle partie de ma vie desséchée qui s’ouvre, les hommes pourraient-ils m’inspirer ce que ne me dit plus la nature. Mais les années où j’aurais peut-être été capable de la chanter ne reviendront jamais”.

El sol alumbraba hasta la mitad una línea de árboles que seguía la vía del tren. “Árboles, pensaba yo, no teneis más que decirme, mi enfriado corazón ya no os escucha. Estoy aquí en medio de la naturaleza y, bueno, con frialdad, con enojo, mis ojos detectan la línea que separa vuestro tronco iluminado de vuestro tronco oscuro. Si bien nunca he podido sentirme poeta, ahora sí que sé que no lo soy. Quizá en la nueva etapa que comienza en mi reseca vida los hombres podrán inspirarme lo que no me llega de la naturaleza. Pero los años en que yo hubiera podido tal vez cantar ya nunca volverán”.




  Una navidad sentida La pelirroja Ángela y el rubio Daniel han salido a caminar en esta noche de principios de diciembre tibia y luminosa, ...