domingo, 1 de abril de 2018

EN BLANCO FRENTE AL BLANCO
Relato

Enceguece menos la nieve a pleno sol, se dijo Renato y tomó un largo sorbo de su jugo de limón helado mientras pensaba qué carajo se le ocurría para manchar la hoja que tenía al frente.  Largos minutos con la mente más blanca que la hoja.  Jugó a pintar la página de color; primero, azul; después amarilla; rosada; verde…  Era fácil ir cambiando el color a ese folio “virtual” que aparece en la pantalla del computador tan pronto le decimos al aparatico que vamos a empezar un documento nuevo.  Hasta que entendió que su juego era solo un subterfugio para no aceptar la cruda realidad del no-se-me-ocurre-nada.

Decidió entonces que un lápiz y un papel verdadero le aportarían la inspiración que el monstruo electrónico le negaba.  Pero… “¿dónde diablos tengo un lápiz? – hace siglos que no uso esa herramienta prehistórica; hubo lápices en esta casa cuando la niña asistía al colegio y el último que quedaba por ahí rodó y rodó…  De hecho se me aparecía cuando buscaba otras cosas; se reía de mí cuando no encontraba un sujetador, una bandita elástica, un marcador; él siempre estaba allí cuando yo necesitaba cualquiera de estos objetos.  ¿Ahora en dónde se metió?”

Porque así son las cosas, no solo para Renato; cuando notamos una media nona al depositar la ropa en la lavadora, podemos inspeccionar toda la casa y el dichoso calcetín no aparece, “se fue de paseo”; después de lavar, buscando una bufanda en el ropero, encontramos al perdido allí, mirándonos de frente y desternillado de la risa.

Bien, nuestro querido amigo decidió darse una pausa en la búsqueda e ir mientras tanto por el papel, pero ¡oh, contratiempo!  ¡Agotado el papel de reciclaje!  Debió de habérselo llevado todo el sobrinito, quien gusta mucho de “las hojitas de un solo ladito” para hacer sus obras artísticas.  Bueno, quizás algún día exponga en un museo, aunque sea nada más una instalación constituida por un reguero de hojas usadas sobre el piso; al fin las tales instalaciones son el furor de la moda, son las que están consagrando a los “grandes artistas” del siglo 21.

“Si no hay de reciclaje, toca gastar una o dos hojitas limpias – es solo un motor de arranque para la inspiración, luego vuelvo a la máquina” se dijo Renato y se dirigió con pasos decididos hacia la gaveta donde tenía guardada su resma de papel bond, esta vez con gran suerte: allí reposaba ella; muchas hojas en puro blanco, cual inmaculada lencería; pudo sacar sus dos pliegos y regresar triunfal al escritorio… ¿Triunfal? ¡A medias! Recordó que le faltaba el lápiz.  “No me varo, ¿por qué tiene que ser exactamente un lápiz? ¡tengo un bolígrafo!”  Buscó en su mesita de noche la esferográfica que permanecía allí la mayor parte del tiempo, porque poco la usaba, dado que podía usar notas electrónicas y ya no tenía que llenar formas en los bancos.  

Ahora sí, con éxito completo, se sentó, rodeado de un aura gloriosa, listo a vaciar sobre la virgen superficie toda la cascada de ideas que ya sentía que se le iban a venir atropelladamente a la cabeza.  Estaba presto a escribir “Yo, Renato…” para comenzar un relato en primera persona, giró la parte superior para sacar la punta, la deslizó sobre el papel… ¡Surco incoloro!  ¿Sin tinta?  Hizo espirales sobre la hoja, en vano; con impaciencia, sobre la suela del zapato, en vano…  Llamó a su hija por el móvil a pedirle permiso para buscarle algún lápiz en su gaveta.  “Tal vez lápiz labial, papá; hace tiempo que no uso lápices”;  “¿pero… algún bolígrafo?”; “debe de haber uno rojo, si te sirve”; “pues, en ese caso, me inspiraré sobre asesinatos; ya se me viene una idea”.

Vuelto a su puesto de trabajo, encontró Renato que… mejor dicho, no encontró Renato los folios, pero un vientecillo que movía la cortina le dijo que él había decidido jugar con las hojas y llevárselas a la calle.  Poco faltó para que derramara lágrimas (no de tristeza, ¡de furia!) nuestro muchacho (sí, aunque tenga una hija universitaria, los 40 años de Renato no le han quitado ninguna energía juvenil, es un muchacho).  Bajó las escalas de tres en tres y se abalanzó sobre las hojas que ya había localizado desde la ventana.  Un estridente frenazo lo puso a temblar de pies a cabeza; su “ángel de la guarda” ganó muchos puntos en su cuenta celestial, pues el señor Renato Mendoza salió ileso y solamente con unos “hijueputazos” encima.

Por poco tuvo que abrir un mapa de localización en su celular, para reubicar las hojitas que, con la turbulencia causada por el vehículo, habían danzado vertiginosamente y se refugiaron quién-sabe-donde.  Cruzó, pues, la calle, ahora sí mirando cuidadosamente hacia ambos lados y esquivando las miradas de espanto, de sorna, de reproche, (según el temperamento de cada quien) que le lanzaban los transeúntes, para entrar a un parquecito y, después de rodear un seto, vio los papeles, uno de ellos en el regazo de un ciego sentado en un escaño, que lo palpaba para investigarlo y el otro, más atrevido, al lado de una pareja que, tendidos en la hierba y ya a medio desvestir, se acariciaban y besaban apasionadamente.

“Lo del ciego lo recupero con facilidad, pero cómo me le arrimo a aquellos tiernos pichoncitos sin pasar por inoportuno?” caviló el cuarentón.  Caminó primero hacia donde el ciego, el “fácil”, para tener tiempo de pensar algo más.  Puso la mano sobre el trozo de papel y el hombre rezongó: “¿qué le pasa a usted?”; “nada, solo vine por esta hojita que es mía”; “no señor, es mía, porque me cayó del cielo”; “y ¿para qué le sirve?”; “voy a armar un barco de papel y a ponerlo a navegar en el lago”; “se le pierde de inmediato, pues no lo ve”; “no señor, no sea pretencioso porque tiene vista; yo dirijo los barquitos con mi bastón; tengo mucho sentido del tacto y muy buena orientación”.  Tuvo que aceptarlo Renato y se sentó a observar cómo plegaba de ágilmente el papel este hombre y culminaba un precioso navío; entre tanto le puso conversación y el invidente le contó mucho de su vida.

Ahora, a recuperar la única hoja que le quedaba.  La pareja seguía en sus ocupaciones y nuestro amigo les llegó con el bastón del ciego, que pidió prestado “por un momento nada más”, pensando que así, un poco retirado, sin importunar, atraía la hoja con la varilla.  Tratando de tocar la hoja, tocó al hombre en una pierna y este, muy concentrado en lo suyo, estiró un brazo sin siquiera mirar, agarró a Renato de la chaqueta y lo hizo caer, pero este fue a dar directo sobre el cuerpo de la muchacha quien, asustada, salió corriendo, gritándole "descarado" y acomodando como podía sus prendas, y el chaval emprendió carrera tras Renato, quien apenas logró lanzar el bastón al ciego, aprovechando que el otro también se enredaba un poco en sus necesarios acomodos; ganó la calle y, tras un nuevo frenazo, se sintió a salvo en la puerta de su casa.

Ya no necesitaba nuestro “héroe” las hojas que perdió, ya podía sentarse directamente al computador a digitar todo lo que a borbotones le llegaba a la mente.  Solo que ahora el problema era con cual cuento comenzar, ¿uno sobre los objetos perdidos?  ¿sobre recursos para la escritura?  ¿sobre los artistas contemporáneos?  ¿sobre accidentes de tránsito?  ¿sobre las vicisitudes de un ciego?  o bien, ¿un romance bien picante?

Carlos Jaime Noreña
cjnorena@gmail.com
ocurr-cj.blogspot.com



14 comentarios:

  1. Saludos Carlos Jaime:

    Vengo del taller de literautas, y te informo que me robo todos los links para publicarlos en la recopílación que saldría entre el 17-18 de abril, sobretodo porque no publicaste tu link.
    Sobre tu texto, ha sido una visicitud del escritor, y tiene sus mátices trágicomicos. No me he detenido a observar mucho las mejoras, (hoy ando pésima de salud), pero si te menciono que los números, en este caso de la edad, debn escribirse en letras: "cuarenta años".
    Creo que muchos usarán esa técnica de reflexión del escritor. Sí me ha gustado que has dejado las palabras espaciadas, algo que se aprecia; ya que considero que son parte de la historia y deben pasar desapercibidas.
    Es la primera vez que te leo. Espero que visites a otros. Puedes ver el comentario #1 en la entrada de Literautas, y así conocer sobre este proyectito de reunir a todos en un solo lugar. ¡Nos leemos!

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    1. Muchas gracias, K. Marce. Me propongo continuar con el taller y aprender mucho en él.
      No entiendo dónde más tenía que publicar mi link, pues allí lo puse y por eso el cuento salió publicado.
      Que mejores de salud.
      Carlos J.

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    2. Saludos Carlos, leyendo de nuevo tu comentario en Literautas, das aviso que has publicado, pero no adicionaste el link de este relato, mira el comentario de Ocitore y Katie G, y verás que el link es visible. En tu caso, (es que soy súper lista, jajajaja) me dio la curiosidad de saber si tenías blog y por eso pude llegar al tuyo, dandole clic a tu nombre. Pero por lo usual, en el taller estamos acostumbrados a buscar links directos... así:
      http://ocurr-cj.blogspot.com.co/2018/04/p.html
      Así que si deseas tener visitas antes de que yo haga la publicación de la recopilación, puedes volver a invitarlos y adicionar ese link con todas sus letritas...
      Gracias, ya estoy en tratamiento y me siento mejor. Dormí mucho y me he despertado a las 3am y ya me metí a la PC. Creo que eso es mejoría ¿no? o será ¿obsesión? :P ¡Nos leemos!

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  2. Hola Carlos, déjame decirte que de entrada el título de tu relato me ha atrapado. Me ha gustado mucho tu forma de redactar, de narrar, la historia que creaste con cierta comicidad. Me parece hilarante e irónico que Renato, buscando sus hojas de papel para escribir, viviera cosas que podía después convertir en esa historia que tanto esperaba. Te agradezco que hayas leído mi relato, un saludo.

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    1. Muchas gracias por tus elogiosos comentarios, Katherine. Espero leer nuevas creaciones tuyas. Saludos.

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  3. Saludos Carlos, solo informándote que ya ha sido publicada la recopilación, el enlace lo hemos dejado en la casilla de comentarios en Literautas. Saludos.
    ¡Nos leemos!

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  4. Buenas, Carlos.

    Me ha encantado tu relato. Desde el principio me ha enganchado la historia del pobre escritor sin ideas y las jugarretas del destino.
    Muy ameno y entretenido.

    Solo una cosa, que yo sepa, los guiones siempre van seguidos de la siguiente frase sin que los separe ningún espacio.

    También participo en el taller de Literautas, mi relato es el número 17: Cuando la procrastinación gana la partida.

    Un saludo.

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  5. Buenas, historias dentro de la historia. Más típico de lo que parece, las cosas sencillas que vemos a veces nos aportan la luz que buscamos. Historias diarias, a veces solo conocemos el principio pero en muchas ocasiones es que no necesitamos, un principio y ya buscamos nosotros el final.
    Muchas veces los ordenadores nos distraen y casi que es mejor acudir a los clásicos. Es una realidad que a veces buscamos algún subterfugio para no afrontar la realidad, porque él autoengaño es más adictivo de lo que parece.
    Un saludo de Estel Vórima.

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    1. Me gustan esas reflexiones tuyas, estel, que me llevan más allá de lo que quise representar al escribir el cuentico; es decir, lo enriquecen.
      Mil gracias por esos comentarios.
      Cordial saludo.

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  6. Hola Carlos:
    Me ha gustado tu relato. Me he reìdo un montòn y casi dir´´ia que he pasado momentos de ansiedad con el pobre Renato. Has sabido jugar al principio con los blancos del papel, de la nieve y de su mente. El lápiz, adem´´as de ser esencial para el reto, ha jugado un rato con todos. As´´i que has integrado bien los elementos del reto.
    Cuando Renato marchaba a por su segundo papel, me imaginaba la escena, pero por un momento pensaba que, puesto que llevaba el baston del ciego, se har´´ia el diem para que no fueran a por ´´el.
    En resumen buen relato y muy divertido
    No se por que raz´´on cuando tecleo para acentuar las palabras, se me marcan dos acentos, lo cual me est´´a resultando muy molesto.

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    1. Muchas gracias por tus elogios, Isan. Lo que me gusta es que te haya gustado, que les haya gustado a varios, porque cuando escribimos queremos llegar a otros, y no para que les disguste.
      Cordial saludo.

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  7. Hola, Carlos, te agradezco mucho el comentario que dejaste en literautas con respecto a mi narración "La cómplice". En cuanto al tuyo, no sé si conozcas a un tal Harold Lloyd con su rostro alargado y su mirada pícara. Filmó mucho en cine mudo, su especialidad era hacer reír a la gente y creo que si lo pusieras de personaje principal en tu historia, sería todo un hit. Un abrazo y adelante con la escritura. Ya pronto tendremos el siguiente reto.

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  8. Gracias, Juan Cristóbal. No conocía a Harold, lo buscaré.

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  9. Ah, ¡claro que es el famosísimo colgado del reloj!

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