lunes, 21 de marzo de 2022

 

SOBRE "LAS UVAS DE LA IRA"

THE GRAPES OF WRATH
John Steinbeck

Segunda entrega


Esta novela del autor estadounidense presenta en forma magistral lo que fue la migración por la desertificación de Oklahoma en los años treinta (la “dust bowl”).  Narra ese inmenso problema social apoyándose en el éxodo de la familia Joad desde Oklahoma hasta California.

En la primera entrega presenté apartes que corresponden, principalmente, al éxodo desde Oklahoma, a través de Texas, Nuevo México y Arizona.


Ahora, Cuando la familia Joad llega al ansiado paraíso californiano, vienen las dolorosas decepciones, derivadas de las condiciones de explotación de la tierra por los grandes terratenientes.


ONCE CALIFORNIA belonged to Mexico and its land to Mexicans; 

...and these things were possession, and possession was ownership. 

Then, with time, the squatters were no longer squatters, but owners; 

They imported slaves, although they did not call them slaves: Chinese, Japanese, Mexicans, Philippines.

California pertenecía antes a México y sus tierras a los mexicanos.

...y se trataba de posesión y la posesión constituía propiedad.

Con el tiempo, los invasores ya no eran invasores, sino propietarios; importaron esclavos, aunque no los llamaban así: chinos, japoneses, mexicanos, filipinos.



And it came about that owners no longer worked on their farms. They farmed on paper; and they forgot the land, the smell, the feel of it, 

He paid the men, and sold them food, and took the money back. And after a while he did not pay the men at all, 

Y luego se dio que esos propietarios dejaron de trabajar en sus granjas.  Eran agricultores en el papel y olvidaron la tierra, su aroma, su sentido.  Pagaban trabajadores y les vendían la comida y así recuperaban el dinero y poco después no les tuvieron que pagar nada.



Los inmigrantes, principalmente de Oklahoma, eran indeseables y fueron duramente explotados y perseguidos.


We got to keep these here people down or they’ll take the country. They’ll take the country. Outlanders, foreigners. 

Tenemos que sacar a esta gente o se apoderarán del país.  Se adueñarán de él estos forasteros, estos extraños.



How can you frighten a man whose hunger is not only in his own cramped stomach but in the wretched bellies of his children? 

¿Cómo es posible que intimides a un hombre cuya hambre no está solo en su acalambrado estómago, sino en las miserables panzas de sus hijos?



Three hundred thousand, hungry and miserable; if they ever know themselves, the land will be theirs and all the gas, all the rifles in the world won’t stop them. And the great owners, who had become through the might of their holdings both more and less than men, ran to their destruction, 

Trescientos mil hambrientos y miserables; si se conocieran entre sí, la tierra sería toda suya y no los podrían detener toda la gasolina, todos los rifles del mundo.  Y los grandes propietarios, convertidos por el poder de sus posesiones al tiempo más y menos que hombres, se precipitarían a su destrucción.



Pray God some day kind people won’t all be poor. Pray God some day a kid can eat.

Quiera Dios que un día la gente buena no sean todos pobres.  Quiera Dios que algún día un niño pueda comer.


Traducción libre, con base en mi percepción de lo leído.

Se aceptan observaciones y discusiones.



miércoles, 16 de marzo de 2022

Lejano alter ego

Relato

Publicado en Café Literautas, marzo 2022


        De regreso a casa, fui detenido por un agente que me exigía el pase; lo entregué extrañado, pues no creía estar cometiendo infracción (¿ todavía se me notaba el guayabo?).

–Aquí dice que usted debe manejar con lentes.

(Este tipo quiere mordida).

–Llevo lentes de contacto –grité furioso.

–Si no se pone unas gafas le elaboro un comparendo y además llamo a un policía para llevarlo a la inspección por ofender a la autoridad.


Debí quitarme uno para convencerlo. 


Fueron dos agobiantes horas hasta llegar al apartamento, a donde entré soltando madrazos.  Mi mujer preguntó “¿Qué te tiene tan piedro?”


–Primero, pelotera con un agente; después, allí en la acera intenté recoger un frasco que se me quebró y me he cortado en un dedo.


Me puso una curita, sirvió un pocillo de café y me prodigó algunas caricias. Prendí el televisor para observar el noticiero; lo único diferente a los chismes del medio día fue el caso de una culebra en la terraza de una casa, que causó varias horas de despelote.


–¿Qué me tienes para la comida, cariño? – pregunté.

–Sudado de carne y papas

–Lo mismo que me dieron al almuerzo. Prepárame, aunque sea, un tocino con huevos.

–Pero mira qué acompañamientos: un plato de caldo de hueso recién bajado de la hornilla, una coca de ensalada fresca, un vaso de sorbete de banano recién licuado y, de dulce, un exquisito arequipe.

–Bueno, en todo caso, tengo mucho filo.


Apurando el caldo, se me cayó el lente, que seguramente me había quedado flojo en el apuro, fue a dar entre los ojos de grasa y se confundió con ellos.


–Maldita sea! Auxilio!  Debo rescatar este hijuemadre.  Si no lo encuentro no puedo salir mañana en mi carro.  Tráeme una lupa.

–Voy por ella, serénate.


Encontrado el lente, me fui a mi pieza, me puse la piyama, entré al computador y cuál no fue mi sorpresa al hallar en la red social esta narración de quien parecía ser mi alter ego español:


De regreso a casa, fui detenido por un guarda que me exigía la licencia; la entregué extrañado, pues no creía estar cometiendo infracción (¿ todavía se me notaba la resaca?).


–Aquí  pone que usted debe conducir con lentes”.

 (Este tío quiere coima).

–Llevo lentes de contacto –grité furioso.

 –Si no se pone unos anteojos le elaboro un informe y además llamo a un guardia civil para llevarlo a la comisaría por ofender a la autoridad.


Debí quitarme uno para convencerlo.


Fueron dos agobiantes horas hasta llegar al piso, en donde entré soltando tacos.  Mi mujer preguntó “¿Qué te tiene tan cabreado?”


–Primero, mogollón con un guarda; depués, allí en la vereda intenté recoger un frasco que se me rompió y me he  baldado en un dedo.


Me puso una bandita, me sirvió una taza de café y me prodigó algunas caricias. Encendí la TV para observar el informativo; lo único diferente a los chinchorreos del medio día fue el caso de una serpiente en la terraza de una casa, que causó un follón de varias horas.


–¿Qué me tienes para la cena, cariño? – pregunté.

–Estofado de carne y patatas.

–Lo mismo que me dieron en la comida. Prepárame, aunque sea, un beicon con huevos.

–Pero mira qué acompañamientos: una escudilla de consomé de hueso recién bajado de la placa, un bol de ensalada fresca, un vaso de batido de banana recién licuado y, de postre, un exquisito dulce de leche.

–Bueno, en cualquier caso, tengo mucha gazuza.


Apurando el consomé, se me cayó el lente, que seguramente me había quedado flojo en el apuro, fue a dar entre los ojos de grasa y se confundió con ellos.


–¡Hostia!  ¡Ayuda!  Debo rescatar este concha de su madre.  Si no lo encuentro no puedo salir mañana en mi coche.    Tráeme una lupa.


–Voy a por ella, serénate.


Encontrado el lente, me fui a mi cuarto, me puse el pijama y entré al ordenador para revisar novedades en mi red social favorita, hasta quedarme dormido.

  Una navidad sentida La pelirroja Ángela y el rubio Daniel han salido a caminar en esta noche de principios de diciembre tibia y luminosa, ...