martes, 28 de agosto de 2018

PASAPORTE AL EXOPLANETA
Relato

Elaborado para participar en la actividad de agosto 2018 de Literautas


Mientras otea el horizonte nocturno, Alejandro sueña con un viaje espacial para ir a conocer un fascinante planeta que le hace el cortejo a una remotísima estrella.  Sueña que con los avances de los telescopios orbitales se logra identificar un planeta en Trappist-1e que exhibe con orgullo un manto vegetal salpicado de alegres corrientes de agua que van a desembocar en un océano lleno de sirenas, pero no se han podido identificar otras formas de vida y se le ha encomendado la misión de exploración en compañía de la bella astronauta Artemisa, bajo el mando del gruñón capitán Armando.

Por otra parte, los avances de la Astrofísica han hecho posible a los ingenieros la construcción de una nave que se mueve mediante la absorción de antimateria, lo que la sacará de las tres dimensiones básicas y la catapultará a través del espacio sin recorrer en sucesión todos los puntos de una trayectoria convencional hacia el destino.  Así, los cuarenta años luz al sistema Trappist-1e se convierten en un viaje de nueve meses, que llegará a feliz término si la ingeniosa programación del rumbo de la nave, elaborada por un equipo de ingenieros y astrofísicos, efectivamente sirve de hilo de Ariadna en el  laberinto multidimensional que atravesará.

El día del lanzamiento, transmitido por TV a miles de millones de personas, el director de la misión revela que la selección del capitán Armando, entre candidatos intensamente entrenados, obedeció al significado de su nombre, derivado del germánico Hard-mann,hombre fuerte y valeroso’, porque “es necesario hacer énfasis en la valentía de nuestros astronautas y la fuerza de nuestra nación”.  Recordó Alejandro la no casual selección de Neil Armstrong para la conquista de la Luna, porque con arm-strong se quiso mostrar, en la época de la primera guerra fría, el fuerte brazo norteamericano.

Las sensaciones durante el ‘vuelo’ son inéditas:  físicamente, los recorre por todo el cuerpo una especie de cosquilleo muy agradable y los invade una arrobadora emoción, que no alcanzan a distinguir bien si es la propia de la aventura que viven o es algo inducido por el despegue hacia otras dimensiones.  Además, aunque se les había indicado que siempre observarían plena negritud en el exterior de la nave por causa de su ‘secuestro’ dimensional son testigos de un espectáculo de luces extraordinario; parecen viajando a través de brillantes volutas luminosas que cambian continuamente su coloración, disposición, formas; están tan desconcertados como niños que observan por vez primera unos juegos pirotécnicos; Alejandro siente un intenso deseo de unirse a Artemisa, no se reprime, la abraza y ella no lo rechaza, antes bien, se le pega a su cuerpo y así continúan absortos frente al espectáculo, sin percibir que Armando los observa turbado.

“¿Sabes que ya entiendo por qué fui seleccionada frente a tan meritorias candidatas? –le dice ella– por el significado de mi nombre: la diosa helénica de la caza, los animales salvajes, el terreno virgen… Eso es lo que buscaremos en aquel planeta”.  No alcanza Alejandro a preguntarle si a él lo enviaron al remoto astro como una reencarnación del conquistador macedonio, porque el capitán les ordena regresar inmediatamente a sus puestos de trabajo.  Ella sí alcanza a susurrarle al paso “nuestro pasaporte y visa fueron nuestras etimologías”.

De allí en adelante, los encuentros entre Alejandro y Artemisa son furtivos, mas el capitán logra rastrearlos con los instrumentos de a bordo, a pesar de los trucos con que ellos han intentado engañarlos.  Finalmente, se llega el momento en que Armando, presa de los celos (aunque se engaña diciéndose que es por mantener la disciplina del personal) interviene el complejo programa rector de la trayectoria con la intención de provocar unas fuertes sacudidas de la cápsula espacial que atemoricen a la pareja.  Logra su objetivo, mas el artefacto no deja de vibrar, el resplandeciente panorama exterior se pierde, la temperatura interna comienza a bajar y al cabo de unas horas los tres están a punto de congelarse.

Con restos de energías, Artemisa se abraza estrechamente con Alejandro y poco después pierden la consciencia.  El errático viaje de la nave continúa, pero súbitamente despiertan, ignorantes del tiempo que ha pasado; el control automático les informa que se acercan al destino de la misión.  Intrigados, le indagan las causas de lo ocurrido y reciben por respuesta que hubo ‘desajustes’ que fueron algo difíciles de corregir, pero que el modo automático del artefacto logró demostrar el éxito de la inteligencia humana que lo creó.

Carlos Jaime Noreña

ocurr-cj.blogspot.com
cjnorena@gmail.com


lunes, 27 de agosto de 2018

MARCELO ESCOGE
Relato


Dos chicas del barrio le encantaban a Marcelo.  Una era Sofía, trigueña, pelinegra, de atractivo caminado, aficionada a la poesía y con mucha agilidad mental; conversaban de vez en cuando en la esquina… encuentros casuales, al llegar ambos de sus estudios o al salir a desembotarse un poco de intenso videojuego o chateo.  “Me gusta la inteligencia de Sofía… y el fuego que tiene en esos ojitos”.  “Me encanta el trato desenvuelto de Cintia, su facilidad de conversación… ¡y ese cuerpazo!”  “Me seduce Sofía con las firmes posiciones que defiende frente a tantos patanes de las redes”.

¿Quién era Cintia? La chica con que ‘hablaba’ más frecuentemente a través de la mensajería instantánea y algunas veces en los descansos de clases del colegio, donde se conocieron; era deportista, su bien formado cuerpo nada desdecía de esa condición y atraía mucho a Marcelo.  No sabía el chico con cual de las dos establecer una relación más estrecha, uno de esos noviazgos juveniles.  Se atrevió a hacer la confidencia a Felipe, depositario de sus ‘secretos de confesión’, quien le recomendó coquetear con ambas.  “No te amarres de una vez; cuando una no pueda salir, no te quedas plantado, sales con la otra; cuando una se enfurruñe, te solazas con la otra, y con el tiempo las estudias mejor y vas viendo cual es la que te conviene”.  No le gustó nada el consejito, solo decidió aplazar su decisión y frecuentarlas más para conocerlas mejor.

Después de ver la película Paterson, discutió con Cintia sobre la sosa poesía del protagonista; ella le habló del poeta modelo de este hombre, el norteamericano William Carlos Williams, cuyo estilo tampoco la convencía.  “Es de una simpleza rayana en la tontería.  Considero que la poesía debe tener algo de filigrana, invocar sensaciones que penetren el alma.  Es verdad que no son obligatorias la rima y la métrica, pero hay que evitar el desequilibrio entre los versos, entre las palabras y tiene que llevar inmersa una música sutil”.  Más bellezas le expresó la chica con mucha sabiduría y salió Marcelo encantado de la calidad de esta mujer.  También con Cintia tuvo una animada conversación, esta sobre el deporte; su significado en la formación de la persona, su aporte a la fortaleza de las sociedades, su actual explotación por las multinacionales…  Total, con las cualidades intelectuales, espirituales y los atractivos físicos de ambas, seguía el muchacho muy, muy indeciso. 

Para estudiar inglés, encontró opciones en dos  centros de excelente calidad, bien situados, con precios costeables para su padre y entró en una nueva indecisión, ¿el Ameri-latino o el International Center?  Conversando con Sofía, se enteró de que la matricularon en este último.  “Dos problemas resueltos, escojo a Sofía y el International Center”.  Clasificó para un nivel diferente, pero se hizo inscribir en el curso de ella para acompañarla (¿estar acompañado?).  No habían pasado dos semanas de clase cuando ya se le había declarado a la muchacha.

El profe de Educación Física les dio plazo hasta el viernes para escoger el deporte que practicarían durante el año.  A Marcelo le gustaban el basketball (soñaba haciendo increíbles canastas después de unos cuantos asombrosos quiebres de cintura) y el volleyball (se imaginaba enviando bolas muy altas sobre una red, con efecto, para engañar a los oponentes y, sobre todo, se veía en un juego de volley-playa distraído con las encantadoras piernas y provocativos traseros de las jugadoras).  Todavía el jueves no se decidía; por la noche buscó a Cintia, quien lo entusiasmó por el basket; “yo estoy en el equipo oficial de mi colegio y me encantaría que asistieras a los partidos en el coliseo; y siendo basketbolista, más vas a disfrutar los partidos y yo de que me veas”.  Se fue, pues, feliz el viernes a inscribirse en ese deporte.

Muy contento se sentía con su Sofía, su inglés, su deporte, pero lo empezó a buscar la Cintia; ella sabía que él tenía novia, pero esto le producía un saborcito más dulce en su empeño por conquistarlo.  El no sabía cómo escurrírsele, pero le aceptó unas pocas invitaciones por cortesía, lo que le causó dificultades con su chica; “¿le estás siguiendo la corriente a esa?” …  “¿con cuál de las dos vas a ver la película?” …  “si la Cintia te da permiso, ¿nos vamos este sábado para la finca?” …  Marcelo le pedía consejos a su amigo Valerio para quitarse a Cintia de encima;  “…deja de ser bonito y amable”.

Llegaron los días de revuelo con la selección de carreras y universidades.  Unos fantochaban con Medicina, otros se daban ínfulas con Ingeniería, los de más allá con las nuevas profesiones siglo-21.  El muchacho todavía no sabía qué le gustaba más; solo sabía que su papá y su mamá lo querían condicionar: “No te vayas a meter a Odontología, que esta profesión ya se empobreció – le decía él, que era odontólogo – con el nuevo sistema nacional de salud, los profesionales tienen que trabajar en las instituciones prestadoras por salarios mínimos”.  “Cuidado con seguir carrera de educador, para ganar un sueldo de miseria” le decía su mamá, profesora.  Comentaba con su novia y amistades: “mi papá me sugiere Ingeniería de Sistemas, dice que están pagando muy altos salarios; mi mamá, que Contaduría, porque un contador puede ponerse los ingresos que quiera con sus asesorías”.

A él le empezaban a llamar la atención las Matemáticas, la Física, la Geología y también, fruto de interesantes discusiones con Sofía y Guillermo, un amigo común, la Filosofía.  “Con cualquiera de esas carreras, vas a terminar maestreando” le dijeron papá y mamá cuando se los confesó.  No hizo caso; siguió acariciando las cuatro posibilidades, ¡pero con mayor angustia que en todas las indecisiones anteriores!  Sofía lo veía ansioso cuando salían juntos, él no le manifestaba la causa, ella tenía que hacer uso de los más imaginativos recursos amorosos para calmarlo y ‘ponerlo en sintonía’.

Una llamada de Cintia lo dejó perplejo: “entremos juntos al alma mater a estudiar Filosofía; allí hay un instituto muy reconocido, con excelentes profesores, que realiza muchos eventos con la participación de autoridades mundiales”.  ¿Cómo se enteró que él tenía esa opción?  ¿De dónde resultó interesada por la Filosofía una deportista?  Primera decisión tomada, nada de Filosofía.  “Le voy a presentar a Guillermo, para que se enganche con él”, y aprovechó la siguiente reunión de amigos para convidar a la una y al otro; los presentó y le pareció que se gustaron.  ¡Moñona!

Sofía le comunicó que le estaba gustando mucho la Física, que tal vez se inscribía para esa carrera.  “¡Qué extraño, pero qué maravilloso!  Una amante de la poesía enamorada de la Física.  No paro de asombrarme, pero si te resuelves por la Física, yo me decido por las Matemáticas.  ¿Sabes una cosa? La Física se sirve de las Matemáticas para sistematizar los fenómenos que estudia, y las Matemáticas se inspiran en la Física para proponer sus modelos.  Tu apoyada en mi y yo inspirado en ti… ¡Qué bonito!”

Ya en la universidad, cumplió sus dieciocho y tramitó su cédula de ciudadanía.  Al siguiente semestre serían las elecciones presidenciales; los candidatos ya estaban en plena campaña; sus compañeros más cercanos elogiaban sin parar a Ignacio Duarte y le insistían en darle su voto, por el progreso del país, la defensa de las tradiciones y la conservación del estatus de la clase media; pero su novia le advertía que sus propuestas coincidían con viejas políticas de anteriores presidentes que solo generaban desigualdad social y desempleo, que era el candidato de las fuerzas dominantes, sin arraigo popular y con votos amarrados por los gamonales.

A ambos, los empezaron a aleccionar los promotores de Gilberto Puerta, candidato popular, con propuestas por la justicia social, el enriquecimiento de la cultura, la educación masiva y de calidad, la salud para todos…  Estaban entusiasmándose, cuando sus amigos de semestres avanzados les hicieron ver las mañas muy criticables de dicho señor y el riesgo del desborde de movimientos violentos que podrían surgir de sectores cuestionables que lo apoyaban y generar situaciones como las de un país vecino.  Tuvieron largas discusiones, durante muchos días, indecisos entre uno y otro, hasta que en vísperas de la votación, en la cafetería de la universidad, se resolvieron por echarlo a la cara y sello; su amigo Renato, desde atrás, cazó la moneda en el aire y dijo “les toca votar en blanco”.  ¡Otra decisión tomada!  No lo pensaron dos veces y pusieron el domingo sus dos voticos blancos.

Cursando penúltimo semestre, Sofía empezó a dar clases de Física en un colegio.  La familia le sugirió a Marcelo seguirle los pasos y buscar un trabajo.  Nuevo reto para el muchacho, con nuevas indecisiones; la novia le proponía clases de Matemáticas en el colegio, su amigo Valerio le decía que en un banco necesitaban un matemático para modelación financiera y el papá le decía que lo conectaba con un conocido que trabajaba en propiedad raíz para que ganara buenas comisiones; él sopesaba oportunidades y desventajas de cada una de las opciones; dejaba pasar días y semanas sin decidirse, hasta que un día, un amigote le “confió” que había un tipo muy bien plantado y “de buena familia” coqueteándole a Sofía en el colegio y con eso se decidió de inmediato por las clases de Matemáticas para estar cerca y vigilarla.

Unos años después, Marcelo el matemático sigue en amores con Sofía la física y nada nuevo se avista.  Constanza, la prima, le indaga a Marcelo por planes de matrimonio; “no los veo”.  “¿Cómo? ¿Y es que vas a esperar que ella te lo proponga? Te veré viejo y solterón”. Ese mismo fin de semana, Marcelo le presentó el anillo de compromiso a Sofía.  Esta fingió emocionarse, por encima de la satisfacción por el éxito del plan urdido con Constanza.  Los preparativos fueron pomposos, la fiesta prometía ser todo un acontecimiento social.

El día de la boda caía una llovizna pertinaz; la humedad y el pantano deslucían todo a la entrada de la iglesia; Marcelo llegó en el carro de un amigo; al bajarse, otro vehículo que pasaba sobre un charco, lo salpicó de pies a cabeza; discutía con sus padres y amigos si volver pronto al apartamento a cambiarse por el mejor vestido que tuviera, pero no se decidía y finalmente recordó que no le plancharon su ropa las dos últimas semanas; entretanto pasaba la hora de la ceremonia y la novia no llegaba; “es tu oportunidad para fugarte, primo; ¡piérdete!” le decía su primo Pacho.  Una hora después, llegó Constanza llorando a informar que Sofía se había ido a pasar el fin de semana con su íntimo amigo Daniel Sebastián y que le sugería al novio reprogramar la boda para la semana siguiente; así tendría la oportunidad de seguir ‘indecidiendo’…

Carlos Jaime Noreña

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sábado, 25 de agosto de 2018

DON DARÍO Y LOS VIEJOS MÁS JÓVENES
Relato


Don Darío apuró un sorbito del tinto que hacía rendir toda la mañana, para seguir hablando de Pompilio.  “Ya está viejo.  ¿No ven que está presentando papeles para la jubilación?”  Lo que calla el Darío son sus ochenta y cinco años de edad.  Le replican que pensionarse no es envejecer.  “¿Que no?  Como estará de viejo Pompi, que fue padrino de bautizo de mi sobrina Candelaria”.  Lo que no dice es que Candelaria es su sobrina-nieta.

La miscelánea de Marulo, donde don Darío se toma su tintico diario, acoge a diversos personajes del barrio que, por variados motivos, tienen largos ratos libres y se van a pasarlos allí, tomándose algún café o cerveza.  Todos tienen que ver con don Darío, el ‘decano’ del lugar, que tiene una labia impresionante y se empareja con ellos en discusiones de política, de deporte, de religión, de economía… posando, por supuesto, de sabihondo.  Pero todos los días, los contertulios apuestan a que el viejo “no pasa de este año”, mas no cuentan con que él está muy aferrado a la vida y no se piensa morir nunca.  Cuando le sacan a relucir su edad, él les jura que los ‘va a enterrar’ a todos.

Pompilio está en la cafetería de la empresa en tertulia con sus compañeros y aprovecha que su subordinado José Luis se va de regreso al puesto de trabajo, para comentar lo barrigón y lo calvo que está.  “Ya se le vinieron los años encima.  Ya no aguanta un largometraje”.  Lo que no toma en cuenta es que José Luis todavía juega en el equipo de fútbol de la empresa, mientras que él ya dejó el deporte hace años porque se acalambraba y se le aceleraba la respiración.  Para no reconocer que envejecemos, hacemos envejecer a nuestros menores.

“El pobre don Pompilio, le dice José Luis por la noche a su joven esposa, está en carreras con los documentos para la jubilación porque no resiste trabajar más; anda contándonos de todas sus vueltas y diciendo que no labora ni un mes después de la edad de retiro; así de viejo se debe de sentir”.  Lo que no les cuenta Pompi es que está montando una empresita con sus ahorros y su afán de pensionarse es por la necesidad de ponerse al frente del negocio, porque “yo todavía tengo fuerzas para moler otros veinticinco o treinta años y voy a conseguir como empresario la plata que no conseguí trabajando como un burro”.

Daniela, esposa de José Luis, se asombra el día que ve entrar al salón de belleza a Juanita, su amiga del colegio, a quien no veía hacía varios años.  “Como estás de joven, Juanita; creí que eras tu hermanita menor (como está de revejida, creí que era su mamá)”.  “Tu también, Daniela; el matrimonio no te ha sumado años (¡Huy, como está de arrugada!)”  – Nos sentimos intactos mientras a los demás les pasan los mismos años que a nosotros.  La niña manicurista se ríe para sus adentros de la conversación de este par de ‘viejas’.  Ella apenas va por el último año de la secundaria y no juzga jóvenes sino a las personas de su edad; cualquiera con más de dos años de ventaja es viejo para ella igual nos ocurre a todos, sea cual sea la edad que tengamos.  Mientras le va friccionando y embadurnando las uñas a Daniela, le pregunta si tiene hijos.  “Son dos: una niña de ocho y un niño de tres”.  “¡Santo Dios! piensa la chica, ¡Qué mujer tan curtida!”  “¿Y tu cuántos hermanitos tienes?”  “Tengo tres, pero tenemos cuatro papás distintos.  El mío se llama Pompilio y rara vez me da algunos pesitos”.  Daniela se espanta y no pregunta más.

Quince días después, José Luis acompaña a Daniela al salón, antes de seguir con ella a otras diligencias.  Esta le comenta que Janeth, la manicurista, es la hija de ‘ese don Pompilio’; él, por mera curiosidad (no exenta de malicia), le hace preguntas sobre el señor y le dice que lo conoce.  Cuando van a salir, la muchacha, se decide a pedirle, muy turbada, que interceda por ella ante su amigo, pues su situación es precaria y quiere tener la posibilidad de estudiar una carrera universitaria que la mamá no le puede financiar.  “No te puedo prometer nada, pero voy a ver cómo abordo al ‘cucho”.  La chica, feliz, les cuenta a sus compañeras que el ‘viejo’ le prometió ayudarle con su papá.

José Luis no quiere tocarle ese tema a su jefe, pero su esposa le insiste todos los días; “tenemos que ayudarle a esa pobre muchachita; que no se quede en ese oficio toda la vida; don Pompilio tiene con qué ayudarle; además, si se puso a tener hijos por ahí, que responda por ellos”.   Por fin, en un momento en que Pompi comenta que la resolución de pensión está por salir, se decide a echarle una ‘indirecta’: “Ahora sí le va a quedar buen tiempo para los hijos”.  “¡Nooo, ya están todos criados!  Yo me voy a dedicar a lo mío”.  No se atreve José Luis a decir nada más, teme enfrentar al jefe.

Se llega la fiesta de despedida de Pompilio en la empresa; desde el gerente general hasta la más humilde aseadora asisten esa noche a un restaurante, todos muy agradecidos con el ‘viejo’, que ha sido siempre muy amable.  Entre un trago y otro, mencionan lo generoso que fue Pompilio; nunca escatimó ayudarle a este o aquel cuando estaban en dificultades; les facilitó dinero a muchos para sacarlos de sus apuros…   Una secretaria relata como ayudó a educar a los niños de Dioselina, la del archivo, secreto muy bien guardado hasta ese momento.  “Esta es la mía”, piensa José Luis, que ya se siente valiente por las copas.  “Voy a hablarle ahora que está con tragos y lo comprometo porque lo comprometo”.  Se acerca y lo elogia por su buen corazón, le dice que, como esos, hay muchos jóvenes sin posibilidades de estudiar, que él conoce a una niña  Janeth que trabaja haciendo manicura y quiere estudiar… bla, bla, bla.  Pompilio se sorprende, se le ‘pasma’ la borrachera, “¿usted por qué la conoce?”.  “Ah, ¿es que usted la reconoce?”  Después de muchas vueltas, el Pompi le dice que la madre de la niña nunca le aceptó ayuda (José Luis lo duda); que ahora no le queda fácil, viviendo de una pensión; que no quiere que su familia se entere… “Pero, ¿sabe qué?  Déjeme pedirle consejo a don Darío; el ‘cucho’ es muy bueno para manejar estos casos; hablamos la semana entrante”.

Llega el hombre a decirle a la esposa que don Pompilio se salió por la tangente, que ya no sabe cómo lo va a convencer de ayudarle a la niña, “pero ya hice todo lo posible, no creas que no te hice caso”.  “Quién sabe cuánto trastabillaste y él se aprovechó de tu debilidad para disimular la suya.  Esta gente sí es muy floja; la una acude a un señor porque no es capaz de hablarle al papá; el señor teme enfrentarse al viejo y el viejo no sabe qué resolver y se tiene que apoyar en el más ‘cucho”.  Al fin se duermen muy abrazados porque tampoco se trata de reñir por eso.

Amanece el sábado con pleno sol y pícaras nubecitas blancas.  Pompilio se baña cantando y desayuna muy animado; sale a media mañana a hacer “unas vueltecitas” y cuando se está acercando a lo de Marulo recuerda lo que tiene pendiente con don Darío y siente un vacío en el estómago; no sabe cómo abordar el tema, se devuelve y da un rodeo para no pasar por allí, como si Darío supiera del caso y lo fuera a llamar desde su ‘balcón’ (el sitio que siempre ocupa).  Después de una de sus diligencias, resuelve afrontar el entuerto de una vez por todas y se dirige a la miscelánea; faltando media cuadra se topa con Nicanor, que viene de allá y le pregunta si está don Darío.  “Querido Pompilio, ¡qué tristeza!  Don Darío se quedó dormido sobre la mesa, como muchas veces, pero ahora fue para no despertar más.  Ya lo recogieron y esta tarde nos avisan donde será la velación”.  “Ahora nosotros somos los más viejos, querido Nicanor.  Nos toca tomar el relevo”.

Carlos Jaime Noreña

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  Una navidad sentida La pelirroja Ángela y el rubio Daniel han salido a caminar en esta noche de principios de diciembre tibia y luminosa, ...