miércoles, 16 de marzo de 2022

Lejano alter ego

Relato

Publicado en Café Literautas, marzo 2022


        De regreso a casa, fui detenido por un agente que me exigía el pase; lo entregué extrañado, pues no creía estar cometiendo infracción (¿ todavía se me notaba el guayabo?).

–Aquí dice que usted debe manejar con lentes.

(Este tipo quiere mordida).

–Llevo lentes de contacto –grité furioso.

–Si no se pone unas gafas le elaboro un comparendo y además llamo a un policía para llevarlo a la inspección por ofender a la autoridad.


Debí quitarme uno para convencerlo. 


Fueron dos agobiantes horas hasta llegar al apartamento, a donde entré soltando madrazos.  Mi mujer preguntó “¿Qué te tiene tan piedro?”


–Primero, pelotera con un agente; después, allí en la acera intenté recoger un frasco que se me quebró y me he cortado en un dedo.


Me puso una curita, sirvió un pocillo de café y me prodigó algunas caricias. Prendí el televisor para observar el noticiero; lo único diferente a los chismes del medio día fue el caso de una culebra en la terraza de una casa, que causó varias horas de despelote.


–¿Qué me tienes para la comida, cariño? – pregunté.

–Sudado de carne y papas

–Lo mismo que me dieron al almuerzo. Prepárame, aunque sea, un tocino con huevos.

–Pero mira qué acompañamientos: un plato de caldo de hueso recién bajado de la hornilla, una coca de ensalada fresca, un vaso de sorbete de banano recién licuado y, de dulce, un exquisito arequipe.

–Bueno, en todo caso, tengo mucho filo.


Apurando el caldo, se me cayó el lente, que seguramente me había quedado flojo en el apuro, fue a dar entre los ojos de grasa y se confundió con ellos.


–Maldita sea! Auxilio!  Debo rescatar este hijuemadre.  Si no lo encuentro no puedo salir mañana en mi carro.  Tráeme una lupa.

–Voy por ella, serénate.


Encontrado el lente, me fui a mi pieza, me puse la piyama, entré al computador y cuál no fue mi sorpresa al hallar en la red social esta narración de quien parecía ser mi alter ego español:


De regreso a casa, fui detenido por un guarda que me exigía la licencia; la entregué extrañado, pues no creía estar cometiendo infracción (¿ todavía se me notaba la resaca?).


–Aquí  pone que usted debe conducir con lentes”.

 (Este tío quiere coima).

–Llevo lentes de contacto –grité furioso.

 –Si no se pone unos anteojos le elaboro un informe y además llamo a un guardia civil para llevarlo a la comisaría por ofender a la autoridad.


Debí quitarme uno para convencerlo.


Fueron dos agobiantes horas hasta llegar al piso, en donde entré soltando tacos.  Mi mujer preguntó “¿Qué te tiene tan cabreado?”


–Primero, mogollón con un guarda; depués, allí en la vereda intenté recoger un frasco que se me rompió y me he  baldado en un dedo.


Me puso una bandita, me sirvió una taza de café y me prodigó algunas caricias. Encendí la TV para observar el informativo; lo único diferente a los chinchorreos del medio día fue el caso de una serpiente en la terraza de una casa, que causó un follón de varias horas.


–¿Qué me tienes para la cena, cariño? – pregunté.

–Estofado de carne y patatas.

–Lo mismo que me dieron en la comida. Prepárame, aunque sea, un beicon con huevos.

–Pero mira qué acompañamientos: una escudilla de consomé de hueso recién bajado de la placa, un bol de ensalada fresca, un vaso de batido de banana recién licuado y, de postre, un exquisito dulce de leche.

–Bueno, en cualquier caso, tengo mucha gazuza.


Apurando el consomé, se me cayó el lente, que seguramente me había quedado flojo en el apuro, fue a dar entre los ojos de grasa y se confundió con ellos.


–¡Hostia!  ¡Ayuda!  Debo rescatar este concha de su madre.  Si no lo encuentro no puedo salir mañana en mi coche.    Tráeme una lupa.


–Voy a por ella, serénate.


Encontrado el lente, me fui a mi cuarto, me puse el pijama y entré al ordenador para revisar novedades en mi red social favorita, hasta quedarme dormido.

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