lunes, 27 de octubre de 2025


Litigio sagrado

Historia ficcionada

(Apoyada en hechos reales ocurridos en el municipio de Concepción, Antioquia)

El alcalde estaba en sus dulces sueños al lado de su mujer a las dos de la mañana y de repente lanzó un alarido de terror y alargó la mano para encender la luz.  La mujer oyó primero el grito en sueños y lo figuró como el chillido de un marrano que era sacrificado, pero luego el resplandor en la habitación y las sacudidas que le daba su esposo la volvieron a la tediosa realidad.  ¿Qué te pasa hombre, por qué me mueves, temblor de tierra?; no querida son las ánimas; ah eso es lo de menos, yo me asusté pensando en un temblor; ¿y no te importa que ellas me lleven al infierno?; infierno el que tienes en tu despacho, duérmete y mañana te vas derecho a destituir a ese secretario.  Por no discutirle, se volteó hacia el otro lado se cobijó bien y se puso a buscar sueño sin apagar la luz, tal era el miedo que todavía le quedaba.

El terror a las ánimas del purgatorio le venía de haber recibido una maldición que le profirió un antiguo párroco ahora internado en el ancianato del pueblo, una casa de tapia muy vieja pero bien conservada bajo la tutela de las madres santateresianas.  El haber patrocinado la demanda contra esos venerados espíritus por iniciativa del cura nuevo con participación del reconocido abogado de la población le valió la enemistad del viejo curita cascarrabias quien se descargó con él para no atreverse a condenar directamente al ponderado y dinámico párroco, a quien le tenía respeto y temor.

La noche siguiente, lunes, a las nueve, fue masiva la procesión de las benditas ánimas promovida por la cofradía Anima Mea, que siempre salía del cementerio a esa hora y día de la semana y recorría las calles principales en medio de oraciones recitadas por asistentes con hábitos blancos rematados en capuchas puntiagudas, con vela encendida en una mano y camándula en la otra, para asombro del público en balcones de chambrana y ventanas arrodilladas.  Aunque el párroco y con este el obispo siempre se negaban a darle la aprobación a esta costumbre, la cofradía y sus seguidores no la dejaban y hasta remataban el desfile con una misa celebrada por un cura suelto en un viejo oratorio restaurado para el efecto.

El martes al medio día, el esbelto Isidoro y la gordita Carmela pelirroja les contaban en el parque a sus amigos y a todos los que se fueron acercando atraídos por la entusiasta descripción, que en la manifestación de la víspera se habían hecho patentes las extrañas voces enérgicas que desde muy arriba respondían a las jaculatorias, prueba irrefutable de que las benditas ánimas del purgatorio los apoyaban en sus exigencias de volver atrás la sentencia y entregarles de nuevo el templo que les pertenecía.

Esto, porque la titularidad del predio ocupado por el templo de la Inmaculada Concepción fue asignada por sentencia judicial a la parroquia del mismo nombre en razón de que los demandados Ánimas del Purgatorio y Nuestro Amo, herederos de la devota anciana Nicolasa por testamento del siglo XIX, nunca se dejaron ver en el proceso de pertenencia instaurado en el juzgado primero civil del circuito.  Todo se había hecho por los conductos legales: el cura párroco, acogiendo la prudente recomendación del joven abogado Alcibíades, le dio poder para demandar a los ya mencionados para que comparecieran a defender su derecho de propiedad; el juzgado los convocó mediante edicto y, como nunca se presentaron, dio valor a las pruebas aportadas por el abogado, testimonios de testigos y evidencias de posesión.

Empujado por el alcalde y doña Graciela, el doctor Jaimes reconocido historiador de la comarca, sesentón de cabellos de plata y clara dicción, se dirigió al parque principal a hacerle frente a una multitud que se había ido congregando alrededor de Isidoro y Carmela y con su calma y seguridad logró disuadirlos de marchar hacia la casa de la madre del abogado, con oscuros propósitos.  Les mostró cómo el templo había sido salvado de la completa ruina y también todo el valioso arte que contenía, de valor indeterminado según la sentencia; les hizo ver que el mismo obispo había apoyado en todo momento el procedimiento y recuerden que la Santa Sede desestimó la querella interpuesta por un grupo de beatas rezanderas; recuerden que ante la ausencia del ministerio, que avaló la sentencia pero no erogó un solo peso, toda la región se volcó a financiar la obra, desde la Fundación Ferrocarril hasta la alcaldía, gobernación y los hacendados del pueblo.  Váyanse más bien allí al bar de don Rigoberto a tomarse una cerveza que yo la pago.  Las polas heladas aplacaron la revuelta.

Todo había empezado un domingo de resurrección, cuando el padre Hernando acudió confundido al reconocido abogado a consultarle cómo resolver el problema que se le presentó por pedir apoyo al ministerio de Cultura para recuperar el templo parroquial que estaba a punto de derrumbarse, que allí le pidieron las escrituras y el ministerio le negó el apoyo por no ser la parroquia la propietaria de la edificación.  ¿Cómo así padre, a nombre de quién está el templo?  Después de una carcajada, al profesional se le ocurrió la idea salvadora de llamar a esos espirituales propietarios a comparecer, con la seguridad de que nunca se iban a presentar.  Durante el plazo del proceso el cura sufría todas las noches, después de rezar las Vísperas y Completas, esperando en la oscuridad las apariciones que le anunciarían condena eterna por su rebeldía contra el Creador y sus criaturas amadas y no tuvo reposo hasta que se produjo el fallo que fue respaldado por el obispo.

La mamá del abogado, doña Graciela, católica como su hijo, hizo fiesta al enterarse de la decisión y llenó su tienda en el parque de fotografías y leyendas alusivas al caso.  Ella sostenía unas son de cal y otras de arena, al alma se le da alimento espiritual en el templo pero al edificio material de la iglesia hay que hacerle las reparaciones con las fuertes manos de los albañiles, mientras que a esos espíritus no les hace falta una propiedad cuando se pasean a sus anchas por todos los predios del municipio y no se molestan en donar un solo kilo de cemento.

La madre del alcalde falleció poco después, fue muy lamentada en el pueblo y el hombre comenzó a visitarla en su tumba todas las noches después del rezo de novena, al fin como máxima autoridad el vigilante no podía negarle el acceso.  La novena noche la anciana le habló al consternado hijo, no te atormentes más Pacho mira que el cura se tranquilizó, yo ya formo parte del combo de la ánimas y me he enterado de que ellas desistieron de cualquier reclamación desde que don Fernando González hace muchos años como juez municipal de Envigado se negó a validar el testamento de una vieja que les dejaba a ellas todos sus bienes, el muy ateo, y por eso con su ausencia favorecieron la sentencia del 28 de septiembre, vete en paz y no me reces más que no lo necesito.

(Se cambiaron los nombres de los personajes reales y se crearon otros ficticios)

 

I R R E F U T AB L E


Para estirar la pata solo se requiere estar vivo.  Creopondio vio una luz intensa y se asombró pues se había acostado a la media noche con las luces del cuarto bien apagadas; sintió una tibieza que sí no le extrañaba porque él usaba una buena cobija, una de esas de peluche que se sienten suaves sobre la piel, que abrigan de inmediato y que uno no quiere dejar nunca.  Ahora escuchó un sonido suave y melodioso y se preguntó si había dejado el radio prendido antes de ir a la cama y en cuál estación que sonaba tan agradable.

El tribunal lo conformaban tres respetables ancianos de luengas barbas, tez radiante y túnicas inmaculadas.  Frente a ellos sobre la mesa aparecían tres prismas triangulares con sus nombres: Moisés, Jesús y Mahoma.  Los flanqueaban unos hombres alados que sostenían largas alabardas, les servían vino varias hermosas mujeres de contorneadas piernas, largas cabelleras y frontis majestuoso.  Una secretaria igual de sensual, sentada a un podio anexo, ordenó a Creopondio ponerse de pie para dar comienzo al juicio.

¿Conque esto es el cielo?  ¿Y cuándo llegué aquí?  ¡Ningún cielo!, le contestó la secretaria, no hable sin que se le conceda la palabra y escuche las formulaciones en silencio.  Le leyó un largo memorial en el que se le convocaba al máximo tribunal por causa de su fallecimiento, se le imputaban cargos por múltiples faltas no reconocidas ni con arrepentimiento en vida y se le concedía el derecho a contraponer sus argumentos.  Tengo derecho a un abogado, dijo cuando se le concedió la palabra; no estás en la tierra, aquí no rigen esas leyes imperfectas, tienes que defenderte por tí mismo; ¡eso es una injusticia!; no te desgastes rabiando y concéntrate en los cargos, tienes el tiempo que quieras, no llevamos prisa.

Al cargo de mujeriego respondió que fue dotado de una masculinidad que le exigía buscar compañía y que cuando una dama no satisfacía sus aspiraciones se veía obligado a buscar a otra.  ¡DENEGADO!

A la acusación de tramposo en sus obligaciones con el fisco dijo que el primer tramposo fue el gobierno porque le impuso tributos en forma arbitraria sin llamarlo a votar por ellos, lo que sería lo más indicado en una democracia.  ¡DENEGADO!

Con respecto a las múltiples quejas recogidas de sus subalternos por exigencias desorbitantes, sanciones injustas y solicitudes indebidas a las empleadas  se defendió alegando que todo venía de sus superiores y hubiera sido mayor falta desobedecerles y preguntado si sus sugerencias a las muchachas se le impusieron desde arriba contestó que fueron meros piropos inocentes y esas quisquillosas los elevaban a delitos sexuales.  ¡DENEGADO!

Había también un legajo de reclamos de estudiantes de la universidad nocturna por injusticias en calificación de exámenes.  Eso fueron apreciaciones subjetivas por encima de mi método objetivo de evaluación y las quejas que subieron al decanato fueron todas desestimadas por esa autoridad.  ¡DENEGADO!

Pasado un buen rato en que se le reprochó el no haber honrado los festivos, no haber dado limosnas, haberles contestado feo a sus padres, haber tenido placeres solitarios de adolescente, haber consumido alcohol en vísperas de exámenes de sangre, haber conducido con exceso de velocidad, haber sido hincha furibundo del Deportivo Independiente Medellin, etc., etc., con todas sus excusas denegadas en mayúsculas, el presidente del jurado que era Moisés por ser el más viejito de los tres, le pregunto si tenía algo que agregar antes de retirarse los venerables a deliberar.  ¡Por supuesto que sí!, exijo que se me permita volver a la vida para gozar de la posibilidad que no tuve de examinarme y arrepentirme, porque ustedes me trajeron derecho de mi cama sin haberme dado la oportunidad de saber que me estaba muriendo.

Frente a esta excusa tan irrefutable, el tribunal se vio obligado a concederle lo pedido y lo mandaron de nuevo al planeta y llegó preciso para las finales en que el DIM llevaba todas las posibilidades de coronarse.


sábado, 11 de octubre de 2025

MAGIA DE TODOS LOS DÍAS

–¡Ay carajo! ¿Por qué me pasan estas cosas?

Se le ha quebrado el espejo a Anita en medio de su arreglo y sale de su cuarto lamentándose de los siete años de mala suerte que la esperan.

¿Lloras por eso? no creas en esas supersticiones sin fundamento.  Le dice su hermano Petrucho.

Ella se confunde y va a consultarlo con la mamá.

–Sí hija tienes que tener mucho cuidado porque las malas te van a caer encima.  A tu tía Candelaria le ocurrió.  ¿Recuerdas todos los desastres que tuvo?

–¡Cómo que crees en eso mamá!  ¿Y también crees en la patria?

–Claro Petruchito la tierra en que nacimos que debemos amar y engrandecer.

–Esa es mamá la palabra que ha engolosinado a los reyes, emperadores y dictadores, engrandecer, que es lo mismo que agrandar, hay que invadir territorios, los que mueren en la guerra son nominados héroes y se les rinde tributo, una gran superstición: agrandar el territorio matando y muriendo da honor, algo que no disfrutarás porque ya estás muerto, para mí la patria no es la tierra grande donde veneran a un líder y le pagan impuestos, la patria está alrededor de mí: mi familia mis amigos mis rumbas el suelo que me da alimento y me regala belleza, los lugares que puedo visitar; sin prosopopeya, sin más espectáculo que el natural.

El día siguiente los dos chicos se van a correr y Petrucho empieza con el pie izquierdo.

–Arrancaste mal no vas a ganar.

Al terminar… Miren que sí gané no importa cómo arranque sino cómo me desempeñe, tampoco interesa si llevo marcas en el uniforme eso es mera publicidad, ahora no importa tanto que los deportistas me despierten solidaridad por ser de mi región, nos pusieron a seguir a esta o aquella marca lo que en el fondo es una forma moderna de superstición: gana porque corre o juega por estos zapatos por esta bebida por esta industria.

Sentados a la mesa para el almuerzo la mamá le pide al muchacho llenar el salero; va sacando cucharadas del paquete para echarlas por la estrecha boca del recipiente y deja un reguero de granitos blancos alrededor.

–¡Mira lo que has hecho! vas a quedar salado toma un poco de esa sal con tus dedos y arrójala hacia atrás por encima del hombro para conjurar la maldición.

–Si de eso se trata, mami, estamos maldecidos desde el bautizo pues en ese momento nos pusieron sal.

–Esa es una sal sagrada que tiene un significado ritual, cuando el bebé la degusta tiene un primer conocimiento de lo que son los males del mundo.

–Eso son puras supersticiones mamá: como gusté la sal voy a quedar alerta ante el mal; entonces ¿por qué nos pasan tantas cosas?

–Y también te mojaron la cabecita hijo para lavarte el pecado original.

–Pecado, esa es otra creencia con la que nos tienen sometidos, no podemos darnos placer porque estamos quebrantando un mandato y quedamos manchados y vamos a sufrir el castigo del infierno.  Infierno, superstición mayor, un lugar a donde van todos los indeseados para sufrir de crueles castigos.

–Pero podemos evitarlo si confesamos la desobediencia y recibimos una absolución.

–Absolución, otra que limpia mágicamente, un hombre que también peca limpia a los otros y les da el derecho a ir al cielo.  Cielo, ese lugar más alto que la estratosfera donde se supone que nos vamos a reunir los buenos y no sé cómo vamos a evitar colisiones con la basura espacial que han dejado todos los artefactos lanzados durante sesenta y muchos años.  El cielo lo tenemos con nosotros cuando recibimos el amor de los nuestros y disfrutamos de lo que hemos conseguido con nuestros propios méritos.

–Qué ideas tan raras las que tienes.  Hablemos más bien de las elecciones del domingo.  ¿Sí vas a votar por el candidato de tu papá?

–Ay, mami, la democracia es otra superstición.

–¡¿Ahora qué es ese cuento?!

–Cuentos son los que nos echan esos candidatos.  Ríos de leche y miel.  Después, el llanto y crujir de dientes.  Nosotros creemos que la mayoría escoge con plena consciencia a los más capacitados y honestos y que quedamos en manos de unos hombres (y mujeres) que nos representan, conocen todas nuestras necesidades y van a tomar las mejores decisiones.  Sí, las mejores para ellos, las que les incrementan sus cuentas bancarias y las que les garantizan que seguimos afiliados a sus partidos y volveremos a votar por ellos.  Mira todos los que han caído investigados por la Fiscalía, esperemos que sí sean juzgados y castigados.

–Ay, dejemos a este muchacho con sus cantaletas y comamos en paz, hija.


Me extraño

Vivo en un apartamento dentro de un gran edificio.  Un muro me separa de un vecino que no sé cómo se llama, qué vida lleva, si tiene familia….  No lo veo, esa pared es impenetrable.

Las planchas que me separan de los pisos de encima y debajo son igualmente barreras sólidas, nada se ve, casi nada se oye.

Otros muros intangibles me aíslan de mis allegados.  De vez en cuando los veo, pero no con los ojos del alma porque se ocultan a ellos.


Después de una discusión con mi pareja me encierro a pensar qué pudo haberme arrastrado a disputar y alzar la voz.

No me puedo mirar hacia adentro, mi piel es opaca.  Mis ojos que me dan tanta precisión y detalle de todo lo que me rodea, cercano y lejano, son ciegos hacia dentro.  No puedo ver de dónde salen mis pensamientos, cómo se forman mis enojos.

Después de mucho reflexionar descubro que todo ello proviene de un vecino que tengo ahí dentro de mí, y que no lo veo, no lo he conocido, no sé qué vida lleva.  Ese vecino interno, ese extraño, califica mi conducta, define mis acciones.  Mis apetencias y deseos, mis impulsos y resquemores, mis gustos y rechazos.  La comida, las bebidas, el embeleso visual, el encanto auditivo, el hechizo de las fragancias, los juegos, el sexo…

No sé por qué me maneja y si le quiero preguntar no me entiende, hablamos diferentes idiomas, es un extranjero.


Despierto después de un confuso sueño, procuro interpretarlo y concluyo que son mensajes que me manda mi extranjero íntimo.

Saludo a mi pareja con uno de esos besitos mañaneros y nos disponemos a tomar el primer piscolabis, algún comentario mío no le gusta y se rompe el tempranero hechizo.  Creo que algo me advirtió el extranjero en el sueño sobre su sensibilidad y no le hice caso.

Empiezo mis labores con diligencia para agradar al extranjero, hasta que tropiezo con algo que no me funciona y estallo.  Atribuyo el estallido al extranjero y él me gruñe.


Hoy me toca almorzar solo en un restaurante que ella y yo frecuentamos y le digo al extranjero ya que ella no esta siéntate frente a mí y tengamos una franca discusión.  Pero él no comprende mi idioma y sin palabras me hace entender que prefiere la tibieza del interior y que ahí se siente seguro para hacerme todos sus reproches.

Al primer trago de sopa me reclama por la sal, a mí me gusta así, tienes que soportarla y eso sí me lo entiende y me vuelve a gruñir.

Al trinchar la carne, él me recuerda a aquella chica que tanto me gusta ver pasar y me advierte del peligro de infidelidad, le digo que yo solo recreo los ojos y me contesta que arriesgo a querer solazar otras partes del cuerpo, para eso sí me entiende y se hace entender.  Le pido silencio para terminar de comer tranquilo, accede, pero al postre me solicita que pida otra porción, tanto azúcar es dañino le digo, al diablo con el azúcar me responde.

De salida, me cruzo (¿nos cruzamos?) con una hermosa mujer y el extraño me invita a seguirla.  ¿Ahora sí no vale la fidelidad?, vuelve a gruñir por toda respuesta.

Por la tarde el jefe me reprocha por algo y le contesto fuerte, azuzado por mi extranjero; el jefe recapacita y me suaviza las observaciones.  Más tarde en una discusión con un agrio compañero sobre cualquier desacuerdo en la preparación de una propuesta el extranjero me reta a resolverlo a los puños y es el colega quien me pide que no pierda mis cabales.

Saliendo del trabajo pienso que es muy temprano para ir derecho a casa, el extranjero me hala hacia un bar y me hace antojar de una cerveza, que me sirven con deliciosos pasantes.  Me deleito observando a las lindas chicas que llegan al sitio y me digo este extranjero tiene valía, voy a seguir tomándolo en cuenta.


QUÉ UNIVERSO TAN PARTICULAR El niño de seis años se embelesaba mirando desde la cama a las seis de la mañana el estrecho rayo de sol que ent...