I R R E F U T AB L E
Para estirar la pata solo se requiere estar vivo. Creopondio vio una luz intensa y se asombró pues se había acostado a la media noche con las luces del cuarto bien apagadas; sintió una tibieza que sí no le extrañaba porque él usaba una buena cobija, una de esas de peluche que se sienten suaves sobre la piel, que abrigan de inmediato y que uno no quiere dejar nunca. Ahora escuchó un sonido suave y melodioso y se preguntó si había dejado el radio prendido antes de ir a la cama y en cuál estación que sonaba tan agradable.
El tribunal lo conformaban tres respetables ancianos de luengas barbas, tez radiante y túnicas inmaculadas. Frente a ellos sobre la mesa aparecían tres prismas triangulares con sus nombres: Moisés, Jesús y Mahoma. Los flanqueaban unos hombres alados que sostenían largas alabardas, les servían vino varias hermosas mujeres de contorneadas piernas, largas cabelleras y frontis majestuoso. Una secretaria igual de sensual, sentada a un podio anexo, ordenó a Creopondio ponerse de pie para dar comienzo al juicio.
¿Conque esto es el cielo? ¿Y cuándo llegué aquí? ¡Ningún cielo!, le contestó la secretaria, no hable sin que se le conceda la palabra y escuche las formulaciones en silencio. Le leyó un largo memorial en el que se le convocaba al máximo tribunal por causa de su fallecimiento, se le imputaban cargos por múltiples faltas no reconocidas ni con arrepentimiento en vida y se le concedía el derecho a contraponer sus argumentos. Tengo derecho a un abogado, dijo cuando se le concedió la palabra; no estás en la tierra, aquí no rigen esas leyes imperfectas, tienes que defenderte por tí mismo; ¡eso es una injusticia!; no te desgastes rabiando y concéntrate en los cargos, tienes el tiempo que quieras, no llevamos prisa.
Al cargo de mujeriego respondió que fue dotado de una masculinidad que le exigía buscar compañía y que cuando una dama no satisfacía sus aspiraciones se veía obligado a buscar a otra. ¡DENEGADO!
A la acusación de tramposo en sus obligaciones con el fisco dijo que el primer tramposo fue el gobierno porque le impuso tributos en forma arbitraria sin llamarlo a votar por ellos, lo que sería lo más indicado en una democracia. ¡DENEGADO!
Con respecto a las múltiples quejas recogidas de sus subalternos por exigencias desorbitantes, sanciones injustas y solicitudes indebidas a las empleadas se defendió alegando que todo venía de sus superiores y hubiera sido mayor falta desobedecerles y preguntado si sus sugerencias a las muchachas se le impusieron desde arriba contestó que fueron meros piropos inocentes y esas quisquillosas los elevaban a delitos sexuales. ¡DENEGADO!
Había también un legajo de reclamos de estudiantes de la universidad nocturna por injusticias en calificación de exámenes. Eso fueron apreciaciones subjetivas por encima de mi método objetivo de evaluación y las quejas que subieron al decanato fueron todas desestimadas por esa autoridad. ¡DENEGADO!
Pasado un buen rato en que se le reprochó el no haber honrado los festivos, no haber dado limosnas, haberles contestado feo a sus padres, haber tenido placeres solitarios de adolescente, haber consumido alcohol en vísperas de exámenes de sangre, haber conducido con exceso de velocidad, haber sido hincha furibundo del Deportivo Independiente Medellin, etc., etc., con todas sus excusas denegadas en mayúsculas, el presidente del jurado que era Moisés por ser el más viejito de los tres, le pregunto si tenía algo que agregar antes de retirarse los venerables a deliberar. ¡Por supuesto que sí!, exijo que se me permita volver a la vida para gozar de la posibilidad que no tuve de examinarme y arrepentirme, porque ustedes me trajeron derecho de mi cama sin haberme dado la oportunidad de saber que me estaba muriendo.
Frente a esta excusa tan irrefutable, el tribunal se vio obligado a concederle lo pedido y lo mandaron de nuevo al planeta y llegó preciso para las finales en que el DIM llevaba todas las posibilidades de coronarse.
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