martes, 23 de marzo de 2021

 ¿FUGAZ O NO FUGAZ?

Relato

Presentado a Café Literautas, marzo 2021

–Caminando en línea recta, no puede uno llegar muy lejos: te le fuiste directo al corazón.  Con ellas, tienes que gastar tiempo, seguir una trayectoria sinuosa, rodearlas, entrar poco a poco, desorientarlas y dar el golpe en el momento oportuno –le sentenció su amigo Jaime, cuando le contó su drama. 

Inquieto lo había dejado la chica del bus; en su mente quedó durante todo el día; plácido sueño el de la noche; al día siguiente, recuerdo esfumado.  Desprevenido, subió al vehículo y, desde el mismo asiento, ella y su sonrisa le llamaron.  Dulce sonaba el nombre de “María Patricia”.  Lo asaltaron los temas del fugaz encuentro de la víspera y volvió sobre ellos.

Confirmó que esta pelada de ojos grises y mirada intrigante, nariz respingada y pechos firmes degustaba el penúltimo semestre de sicología y le gustaban los ingenieros, como él, pichón en su profesión y novato en su trabajo, a donde la máquina lo llevaba.  Calló ella su interés por este hombre de porte resuelto, silueta delgada y cabellos negros.

El destino se la hurtó hasta el viernes. Él la llamó a su lado, esta vez, para encantarse haciendo hablar a esa fascinante boquita de labios no gruesos ni finos y dientes perlados; conversación que, claramente, ninguno de los dos quería eludir.  El sinuoso recorrido del bus urbano, enemigo de la línea recta, les permitió sumergirse en las melodías de una plática que concluyó con intercambio de números y promesa de “algún” encuentro.

El fin de semana, lo envolvieron los perversos compromisos y no lo dejaron llamarla.   El autobús no se la quiso mostrar los días siguientes.  El miércoles, Carlos se fue a recibir en la automoviliaria su ansiado nuevo vehículo.  Esa noche, en medio de la obligatoria exhibición a parientes y amigos, logró robar unos minutos para llamarla, ya no se le podía perder más.  Ella le pidió visitarla en casa el día siguiente y él aceptó gustoso.  (“Quiere presentarme con sus padres”).

Gran sorpresa de la muchacha y felicitaciones efusivas por el cachivache.  Le presentó brevemente a su padre (la madre no vivía con ellos y el hermano estaba lejos en el momento).  Dialogaron unos inquietos minutos en la sala, apurando un café tinto, tal el ansia de salir a dar un vueltón en el automóvil nuevo.  Aspiraron los perfumes de los paseos de la ciudad y culminaron con refrescos en uno de los concurridos sitios con vista panorámica, que igual podrían estar solitarios, tal era la exclusividad de cada uno con el otro.  Al dejarla en casa, sintió el dulce flechazo.

Ya en plan de conquista, Carlos invitó a María Patricia a un restaurante.  Una sola copa de vino, para no tener problemas con la conducción.  Pruebas mutuas de sus respectivos platos.  Animada tertulia, adornada con risas y miradas cautivantes, en las que él advertía un brillo enamorador;  Cupido se adivinaba en medio de ambos.  Sin embargo, las frases afectuosas las tomaba ella con desprecio y el pícaro diosecito huía.

Durmió mal toda la noche; la muchacha parecía estar atraída pero ponía una barrera.  Meditando sobre la conducta por seguir, decidió expresarle con franqueza sus sentimientos.  Para una nueva cita eligió un ambiente romántico, a media luz, con la música que a ambos gustaba.

Sentados muy juntos; cuerpo recostado al de ella, que lo disfrutaba; miradas a los ojos, pagadas con las cautivantes de siempre; le pasó el brazo por el hombro y le sintió ese temblorcillo que denota un placer morboso.  Se atrevió a acercar labios a labios y fue rechazado violentamente.

–¿Por qué te alejas?  ¡Yo te quiero mucho!  Deseo que pasemos a una relación más íntima, más amorosa.

–Me defraudas.  Te creía más serio.  Todos vienen tras lo mismo.  No me confundas.

Silencioso, el curvo camino de regreso.  Fría, la recta despedida.  Oscurísima, la noche para el pobre Carlos.  Llamada al día siguiente para proponer salida a cine…

–Tengo un mejor programa con mi ‘negro’…

Y colorín colorado.  “…Amor fugaz…”.


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