domingo, 20 de noviembre de 2022


 Misión cumplida

Relato


Clarita y Julián se hicieron buenos amigos desde la noche que él apareció y la libró del acoso al que la sometían dos muchachos que la estaban siguiendo por una calle oscura.  Él simplemente le pasó un brazo por la cintura y siguió con ella al tiempo que amagaba a darles unos golpes a los pelafustanes.

Compartían mucho.  Ella lo consideraba su héroe.  El le decía soy entonces un héroe mitológico y tú eres la diosa ante quien me rindo.  Prorrumpían en risas y continuaban en lo suyo, que no eran más que inocentes entretenciones y anodinas conversaciones, en encuentros más bien casuales que concertaban cuando no se encontraban, cada uno, con sus amistades.

Un día, Clarita le pidió que le hiciera de edecán en el baile de graduación.  Él inventó cualquier disculpa y enrojeció.

Convencido Julián de que se había librado del tremendo compromiso, se despidió pronto y no volvió a llamarla por muchos días.

Clarita, con comezón en el alma, lo comentó con sus dos amigas más íntimas y ellas, que lo conocían, se comprometieron a hacerlo cambiar de opinión.  Lo buscaron cierto día a la salida de las clases y le cayeron sin piedad.

– Julián, la única que falta por pareja para el baile es Clarita y tú eres el elegido –le dijo una de ellas, sonriéndole y acariciándole los cabellos.

–Mejor le buscan un parejo que sepa bailar; yo no bailo.  Prefiero salir a buscar el Vellocino de oro.

–No puedes quedar como un asno.  Te damos un curso intensivo de danza, le sirves de edecán y te acercamos con Mónica, que sabemos que le gustas mucho –le propuso la otra, presionándole los cachetes cariñosamente con ambas manos.

–Déjenme pensarlo –dijo ruborizándose.

El baile fue esplendoroso.  La pareja que más se lució fue la de Clarita y Julián.  El beso con que la diosa premió por su hazaña al héroe, ya en privado, dio inicio a un idilio que le hacía despedir rayos y centellas a Mónica, la diosa despreciada.


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