Los fantasmas del ropero
Relato
Cuando prenden las luces para abrir nuestro refugio tenemos que escondernos. Pero no saben que estamos organizando un desquite. En nuestras asambleas, han surgido varias propuestas muy acertadas y creemos que por fin tendremos un regreso bastante satisfactorio a las épocas en que éramos dueños de las noches caseras. La opción que más me gusta es la de salirnos por todas las rendijas cuando la estancia esté oscura y meternos bajo las almohadas, entre las cobijas, en el interior de los zapatos, en los bolsillos de las ropas dejadas sobre la silla, todavía calientes y, desde allí, dar el asalto. Sus alaridos de terror van a ser más estridentes que los nuestros, su palidez va a ser más blanca que la nuestra, su memoria nos va a mantener vivos para siempre.
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