sábado, 11 de octubre de 2025

MAGIA DE TODOS LOS DÍAS

–¡Ay carajo! ¿Por qué me pasan estas cosas?

Se le ha quebrado el espejo a Anita en medio de su arreglo y sale de su cuarto lamentándose de los siete años de mala suerte que la esperan.

¿Lloras por eso? no creas en esas supersticiones sin fundamento.  Le dice su hermano Petrucho.

Ella se confunde y va a consultarlo con la mamá.

–Sí hija tienes que tener mucho cuidado porque las malas te van a caer encima.  A tu tía Candelaria le ocurrió.  ¿Recuerdas todos los desastres que tuvo?

–¡Cómo que crees en eso mamá!  ¿Y también crees en la patria?

–Claro Petruchito la tierra en que nacimos que debemos amar y engrandecer.

–Esa es mamá la palabra que ha engolosinado a los reyes, emperadores y dictadores, engrandecer, que es lo mismo que agrandar, hay que invadir territorios, los que mueren en la guerra son nominados héroes y se les rinde tributo, una gran superstición: agrandar el territorio matando y muriendo da honor, algo que no disfrutarás porque ya estás muerto, para mí la patria no es la tierra grande donde veneran a un líder y le pagan impuestos, la patria está alrededor de mí: mi familia mis amigos mis rumbas el suelo que me da alimento y me regala belleza, los lugares que puedo visitar; sin prosopopeya, sin más espectáculo que el natural.

El día siguiente los dos chicos se van a correr y Petrucho empieza con el pie izquierdo.

–Arrancaste mal no vas a ganar.

Al terminar… Miren que sí gané no importa cómo arranque sino cómo me desempeñe, tampoco interesa si llevo marcas en el uniforme eso es mera publicidad, ahora no importa tanto que los deportistas me despierten solidaridad por ser de mi región, nos pusieron a seguir a esta o aquella marca lo que en el fondo es una forma moderna de superstición: gana porque corre o juega por estos zapatos por esta bebida por esta industria.

Sentados a la mesa para el almuerzo la mamá le pide al muchacho llenar el salero; va sacando cucharadas del paquete para echarlas por la estrecha boca del recipiente y deja un reguero de granitos blancos alrededor.

–¡Mira lo que has hecho! vas a quedar salado toma un poco de esa sal con tus dedos y arrójala hacia atrás por encima del hombro para conjurar la maldición.

–Si de eso se trata, mami, estamos maldecidos desde el bautizo pues en ese momento nos pusieron sal.

–Esa es una sal sagrada que tiene un significado ritual, cuando el bebé la degusta tiene un primer conocimiento de lo que son los males del mundo.

–Eso son puras supersticiones mamá: como gusté la sal voy a quedar alerta ante el mal; entonces ¿por qué nos pasan tantas cosas?

–Y también te mojaron la cabecita hijo para lavarte el pecado original.

–Pecado, esa es otra creencia con la que nos tienen sometidos, no podemos darnos placer porque estamos quebrantando un mandato y quedamos manchados y vamos a sufrir el castigo del infierno.  Infierno, superstición mayor, un lugar a donde van todos los indeseados para sufrir de crueles castigos.

–Pero podemos evitarlo si confesamos la desobediencia y recibimos una absolución.

–Absolución, otra que limpia mágicamente, un hombre que también peca limpia a los otros y les da el derecho a ir al cielo.  Cielo, ese lugar más alto que la estratosfera donde se supone que nos vamos a reunir los buenos y no sé cómo vamos a evitar colisiones con la basura espacial que han dejado todos los artefactos lanzados durante sesenta y muchos años.  El cielo lo tenemos con nosotros cuando recibimos el amor de los nuestros y disfrutamos de lo que hemos conseguido con nuestros propios méritos.

–Qué ideas tan raras las que tienes.  Hablemos más bien de las elecciones del domingo.  ¿Sí vas a votar por el candidato de tu papá?

–Ay, mami, la democracia es otra superstición.

–¡¿Ahora qué es ese cuento?!

–Cuentos son los que nos echan esos candidatos.  Ríos de leche y miel.  Después, el llanto y crujir de dientes.  Nosotros creemos que la mayoría escoge con plena consciencia a los más capacitados y honestos y que quedamos en manos de unos hombres (y mujeres) que nos representan, conocen todas nuestras necesidades y van a tomar las mejores decisiones.  Sí, las mejores para ellos, las que les incrementan sus cuentas bancarias y las que les garantizan que seguimos afiliados a sus partidos y volveremos a votar por ellos.  Mira todos los que han caído investigados por la Fiscalía, esperemos que sí sean juzgados y castigados.

–Ay, dejemos a este muchacho con sus cantaletas y comamos en paz, hija.


Me extraño

Vivo en un apartamento dentro de un gran edificio.  Un muro me separa de un vecino que no sé cómo se llama, qué vida lleva, si tiene familia….  No lo veo, esa pared es impenetrable.

Las planchas que me separan de los pisos de encima y debajo son igualmente barreras sólidas, nada se ve, casi nada se oye.

Otros muros intangibles me aíslan de mis allegados.  De vez en cuando los veo, pero no con los ojos del alma porque se ocultan a ellos.


Después de una discusión con mi pareja me encierro a pensar qué pudo haberme arrastrado a disputar y alzar la voz.

No me puedo mirar hacia adentro, mi piel es opaca.  Mis ojos que me dan tanta precisión y detalle de todo lo que me rodea, cercano y lejano, son ciegos hacia dentro.  No puedo ver de dónde salen mis pensamientos, cómo se forman mis enojos.

Después de mucho reflexionar descubro que todo ello proviene de un vecino que tengo ahí dentro de mí, y que no lo veo, no lo he conocido, no sé qué vida lleva.  Ese vecino interno, ese extraño, califica mi conducta, define mis acciones.  Mis apetencias y deseos, mis impulsos y resquemores, mis gustos y rechazos.  La comida, las bebidas, el embeleso visual, el encanto auditivo, el hechizo de las fragancias, los juegos, el sexo…

No sé por qué me maneja y si le quiero preguntar no me entiende, hablamos diferentes idiomas, es un extranjero.


Despierto después de un confuso sueño, procuro interpretarlo y concluyo que son mensajes que me manda mi extranjero íntimo.

Saludo a mi pareja con uno de esos besitos mañaneros y nos disponemos a tomar el primer piscolabis, algún comentario mío no le gusta y se rompe el tempranero hechizo.  Creo que algo me advirtió el extranjero en el sueño sobre su sensibilidad y no le hice caso.

Empiezo mis labores con diligencia para agradar al extranjero, hasta que tropiezo con algo que no me funciona y estallo.  Atribuyo el estallido al extranjero y él me gruñe.


Hoy me toca almorzar solo en un restaurante que ella y yo frecuentamos y le digo al extranjero ya que ella no esta siéntate frente a mí y tengamos una franca discusión.  Pero él no comprende mi idioma y sin palabras me hace entender que prefiere la tibieza del interior y que ahí se siente seguro para hacerme todos sus reproches.

Al primer trago de sopa me reclama por la sal, a mí me gusta así, tienes que soportarla y eso sí me lo entiende y me vuelve a gruñir.

Al trinchar la carne, él me recuerda a aquella chica que tanto me gusta ver pasar y me advierte del peligro de infidelidad, le digo que yo solo recreo los ojos y me contesta que arriesgo a querer solazar otras partes del cuerpo, para eso sí me entiende y se hace entender.  Le pido silencio para terminar de comer tranquilo, accede, pero al postre me solicita que pida otra porción, tanto azúcar es dañino le digo, al diablo con el azúcar me responde.

De salida, me cruzo (¿nos cruzamos?) con una hermosa mujer y el extraño me invita a seguirla.  ¿Ahora sí no vale la fidelidad?, vuelve a gruñir por toda respuesta.

Por la tarde el jefe me reprocha por algo y le contesto fuerte, azuzado por mi extranjero; el jefe recapacita y me suaviza las observaciones.  Más tarde en una discusión con un agrio compañero sobre cualquier desacuerdo en la preparación de una propuesta el extranjero me reta a resolverlo a los puños y es el colega quien me pide que no pierda mis cabales.

Saliendo del trabajo pienso que es muy temprano para ir derecho a casa, el extranjero me hala hacia un bar y me hace antojar de una cerveza, que me sirven con deliciosos pasantes.  Me deleito observando a las lindas chicas que llegan al sitio y me digo este extranjero tiene valía, voy a seguir tomándolo en cuenta.


MAGIA DE TODOS LOS DÍAS –¡Ay carajo! ¿Por qué me pasan estas cosas? Se le ha quebrado el espejo a Anita en medio de su arreglo y sale de su ...