sábado, 4 de julio de 2015

LAS DOS ÚLTIMAS CITAS DE SANDOR MÁRAI.

Esta, que adivino corresponde a la época de los años treintas, preludio de la segunda gran guerra, muestra esa misma desesperanza que recurrentemente nos dejan ver los escritores sobre sus propios tiempos.

Actualmente vivo en un mundo lleno de pánico y suspicacia en el cual los jefes de Estado conceden prórrogas temporales a la humanidad, animándola de forma oficial a sembrar el trigo por última vez, a escribir un último libro o a construir un último puente; y la vida y el trabajo transcurren bajo un sentimiento constante de peligro. La clase en la cual yo nací se mezcla con otras en ascenso, su nivel cultural ha disminuido en los últimos veinte años de manera considerable, están agonizando las inquietudes espirituales del hombre civilizado. Los ideales en los que yo había aprendido a creer terminan en el basurero como deshechos y trastos inútiles, y el terror instintivo del rebaño planea por encima de los vastos terrenos de la civilización. La sociedad en la que vivo es absolutamente insensible a los asuntos del espíritu e, incluso, a los asuntos relativos al estilo humano e intelectual de la vida cotidiana. Los propósitos de mi época, presentes de forma palpable, me llenan de desesperación; aborrezco el gusto de mis contemporáneos, sus deseos y su manera de divertirse, dudo de su moral y considero terrible y fatal el interés de la época por los récords, que satisfacen casi por completo a las masas.

Y este es el párrafo final de la obra, lleno de nostalgia y dulce desencanto.


Sólo me queda vivir y trabajar en esta época, la mía, como mejor pueda. Me resulta muy difícil. A veces advierto con sorpresa que me siento más cerca de las personas de sesenta años que de la gente joven. Somos así todos los que nacimos en uno de esos últimos momentos gloriosos de nuestra «clase». Quien hoy escribe pretende dar testimonio de las cosas para la posteridad... Testimonio de que el siglo en que nacimos celebraba, en otros tiempos, la victoria de la razón. Yo quiero dar fe de ello mientras pueda, mientras me dejen escribir. Quiero dar fe de una época en la que vivía una generación que deseaba celebrar el triunfo de la razón por encima de los instintos y que creía en la fuerza y en la resistencia de la inteligencia y del espíritu, capaces de detener el avance de las hordas ansiosas de sangre y muerte. Como programa vital no es mucho, pero yo no conozco otro. Lo único que sé es que quiero permanecer fiel a ese mensaje, aunque sea a mi estilo, con mi cinismo y mi infidelidad. Cierto es que he visto y he oído a Europa, que he vivido su cultura... ¿Acaso se puede pedir más de la vida? Ha llegado ya el momento de poner punto final; ahora, como último mensajero de una batalla perdida, sólo deseo recordar y callar.

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