lunes, 8 de abril de 2019


ADRIANA SABE CÓMO ES LA COSA
Relato


Adriana ha presentado dos renuncias:  Acaba de anunciar su retiro de la empresa donde lleva tres años como asesora profesional en auditoría; ha tomado esta decisión porque el gerente la tiene amenazada de revelar un secreto amoroso suyo, en retaliación porque ella le renunció al equipo profesional de basket ball que él también dirige.  Esta otra renuncia se motivó en que le descubrió al hombre sucios acosos pasionales a jugadoras compañeras suyas.

Con esto, la chica queda en la calle, en medio del actual marasmo económico nacional y el alto desempleo profesional; pero ella pone por delante su integridad personal y su sentido de la justicia y no se alarma, porque está segura de que, con sus capacidades y su arrojo, pronto encontrará buenas oportunidades. 

Es larga la historia de sus encontrones con la mediocridad, la falsedad, la imposición y la corrupción.  Durante la secundaria la preocupaba la mala calidad de muchos profesores.   Acusó a uno que los ponía a hacer tonterías toda la hora y a otro que inventaba datos cuando ignoraba algún tema y por poco la expulsan del colegio.  Además, en el equipo de basket ball, el entrenador, amigo de uno de los profesores de marras, se la puso difícil.  En la premiación final del décimo grado, no la tomaron en cuenta para el otorgamiento de reconocimientos, a pesar de que era una de las más destacadas de su grupo.

En el último grado, ingresó a jugar a la liga departamental.  Allí, pronto descubrió  que los pequeños auxilios concedidos para uniformes y balones se utilizaban para pagar comilonas de los directivos y se retiró decepcionada.  

Terminando bachillerato, eligió una universidad de la capital por el prestigio de los egresados de su carrera preferida.  Su padre se quiso oponer…

–No te me vas.  Esa ciudad es la perdición; allá te corrompen.
–Es que no tengo personalidad?
–Amparo Grajales tiene mucha personalidad y es una p…
–¡Qué descaro!  No califiques así a las personas que salen adelante con lo suyo.

Ganó el pulso la muchacha, pero el viejo la sometió a estrechez económica.  En la universidad, pudo volver a su deporte y no vio indicios de malos manejos.   Pero en algún momento volvió a tener motivos de inquietud con los profesores.  El de Estadística venía como cada dos semanas a clase;  les asignaba trabajos fáciles, para que todos ganaran y no lo acusaran.  El de Costos, un conquistador; unas le ganaban porque lo complacían; ella, muy buena estudiante, no tenía que prestarle atención al tipo ese.  En cambio, consiguió limpiamente una monitoría en otro curso, que le ayudaba a cubrir algunos gastos.

Comentando con los compañeros sobre aquellos docentes, fue invitada a unas reuniones donde supuestamente se trataría el asunto.  Allí, Eutimio y sus fieles seguidores empezaron a llenarle la cabeza con que los profesores burgueses contribuían a la reproducción del modelo dominante; la universidad como aparato ideológico; la necesaria unión de los explotados para derrumbar el sistema…

No tardó Eutimio en empezar a acosarla; ante sus rechazos…

–Tienes que despojarte de esa moral burguesa.
–Usted solo quiere despojarme de la ropa.  A mí no me vuelva a molestar.
–Todavía te falta mucha cartilla, hijita-de-papi.

En una ocasión  lo pilló robando de los fondos comunes del grupo; resolvió, entonces, no regresar al adoctrinamiento y el pelafustán no se atrevió a presionarla; por fin la dejó en paz.

Le tocó buscar trabajo por horas, pues su padre le reducía cada vez más los aportes.  En una entidad estatal le dieron un empleo, con el compromiso de pasar una cuota quincenal a un funcionario “para gastos del directorio”.  Soportó esto porque necesitaba dinero, pero estuvo haciendo denuncias soterradas.  Cuando finalmente fueron sancionados dos de los corruptos, juraron tomar desquite de la denunciante, cuyo nombre adivinaban a través de ciertos indicios.

Para su trabajo de grado, se buscó un director que tuviera excelente formación académica y una buena práctica empresarial.  El asesor del trabajo, doctor Peñaranda, se lo asignaron en la universidad y le gustó mucho por su experiencia.  Apenas comenzando, el director le hizo orientar su trabajo a la solución de cierto problema que parecía muy retador, pero descubrió, un tiempo después, que se trataba de uno específico de su empresa.  Por su parte, el asesor empezó con sus mañas; muy abrazador, muy tocador…  hasta que lo enfrentó y él descaradamente le propuso directamente que saliera con él, si no quería un mal informe.  Con un portazo lo dejó plantado; a la semana siguiente el bandido pidió cambio.

Recién graduada, la llamaron de un equipo profesional; buen dilema se le presentó: trabajar o jugar por un salario pírrico…  Un poco por desespero al no encontrar empleo, un mucho por su pasión por el deporte, decidió aceptar la propuesta del equipo y comenzó a disfrutarlo bastante.  Poco después, Gonzalo Vargas, el subdirector deportivo, le ofreció asesoría en auditoría por honorarios en una empresa que gerenciaba.  Le mejoró la vida, pudo alquilarse un pequeño apartamento y darse algunos gustos.  Poco a poco, el gerente le fue haciendo extrañas sugerencias…

–No pongas tantas objeciones a los movimientos de cartera; el jefe de ese departamento es un viejo muy experimentado y sabe cómo hace las cosas.
–OK.  (Se extraña mucho la chica, pero tiene que obedecer).
–No vigiles las cuentas por pagar de más de 90 días; yo sé por qué las dejo envejecer.
–Como diga, señor.  (Entra en estado de alerta).

Unas semanas después, estalló un escándalo en el equipo, de acoso sexual del director a uno de los auxiliares, un muchacho bonito y débil; después de la destitución, fue ascendido el subdirector Vargas y Adriana lo felicitó efusivamente.  Pero no había pasado un mes cuando ella se enteró de que él estaba enamorando a dos de las jugadoras y dándoles ciertas preferencias a cambio de sus “favores”.  Lo confrontó entonces; el hombre la amenazó con no incluirla en la titular del campeonato por iniciarse; ella le presentó renuncia.

En la empresa, el lunes siguiente, fue llamada a gerencia.  El Vargas fue al grano de inmediato.

–El doctor Peñaranda, miembro de nuestra junta directiva me ha hablado de tí.  No le gustas.
–¿Él qué puede tener conmigo?  (Palideciendo).
–Lo ignoro.  Quiere que te reemplacemos, pero te propongo un negocio: cállate algo que sabes del equipo y yo te protejo de Peñaranda.
–No le temo a usted ni a ese acosador.  Creo que ya me decidí a formular cierta denuncia que me tenía vacilante.
—Oye linda, yo puedo hacer saber de tu novio y tu familia detalles interesantes de  aquella situación en que te encontré hace poco en la oficina con uno de los de sistemas.

El hecho es que a la chica le fascinaba uno de los analistas, quien parecía no prestarle atención; pero un día él se le presentó en su oficina, muy sugerente; ella le aceptó conversación, piropos, insinuaciones; no fue capaz de evitar que el asunto pasara a unas acciones algo calientes y los sorprendió Vargas, que había llegado a buscarla en su puesto de trabajo para algo urgente.

–Cuente lo que quiera y tenga ya mi renuncia.  No tengo miedo.

Carlos Jaime Noreña
ocurr-cj.blogspot.com
cjnorena@gmail.com

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