miércoles, 31 de julio de 2019

MAGIA EN LA FOTO
Relato


Catalina duda de su novio; tiene motivos para pensar que se encuentra con otra; ella sostiene que es olfato femenino, pero la realidad es que le escuchó una conversación telefónica y también el prosaico olfato de la nariz, en cierta ocasión, le hizo notar que el hombre venía de algún contacto con dama.  Quiere confirmar sus fundadas sospechas, pero no sabe cómo.  Por supuesto que no va a tontear contratando un detective.

En la universidad, visitando a un amigo en su laboratorio, este le quiso mostrar los avances que estaba logrando en una investigación que el llamaba de “rastreo por elementos sensibles”.  Se trataba, según le describió, de sensibilizar una fotografía para que fuera capaz de “ver” lo que había en su ambiente cercano; en términos un poco más precisos, la fotografía debía ser imprimida con unas tintas especiales que contenían un sustrato altamente sensible a los tonos e intensidades de luz, y sobre un papel con una minuciosa rejilla electrónica que digitalizaba la imagen y la transmitía en tiempo real.

¡Fabuloso descubrimiento!  ¡Era justo lo que necesitaba para su espionaje!  Le ofreció a su amigo toda la colaboración que requiriera para las pruebas de campo.

–Espero hacerlas muy pronto.
–¡Qué bueno!  ¿Cuándo?
–Dentro de unos cuatro meses.
–¿Eso te parece pronto?
–Sí… En comparación con los tres años del cronograma.
–Tocará esperar…  Pero no me olvides.
–Y ¿Cuál es la prueba que quieres que hagamos?
–Ya te lo contaré.  Te va a fascinar, porque será la que pueda mostrar que tu engendro efectivamente funciona.
–¿Cómo lo estás calificando?  ¡Qué descaro!
–Ya lo veremos; me vas a agradecer.

Se llega el día en que el amigo la llama a preguntarle si sigue interesada en la prueba, pues ya está listo para implementarla.  Ella le dispara entonces lo que ha maquinado: montar una foto suya en un portarretratos, para ella ponerla en su aposento, con el fin de verificar quién está ingresando en su ausencia, porque tiene sospechas.  Al hombre le parece muy interesante la propuesta, pero ella sabe que la foto no estará en su propia vivienda, sino en el apartamento de Emilio.

Imprimida la foto, Catalina la monta en un atractivo marco y aprovecha algún motivo de celebración para hacer el regalo a su novio y pedirle que la ponga en su propia habitación, para que siempre la tenga presente.  Él, muy complaciente (y muy complacido con el regalo) sitúa la foto sobre una mesita que da frente a su cama.  Cata establece una rutina de observación que cumple religiosamente, pero solo lo ve en actividades normales como leyendo sentado en la cama, sufriendo con un partido de fútbol televisado, escogiendo vacilante la ropa que se va a poner para algún asunto importante…  Una noche que él sospechosamente se le despide temprano por estar “un poco indispuesto”, la pantalla se lo muestra (por fin) entrando a otra a su cuarto y, (¡lo que no podía faltar!), se pixela de inmediato, cosa que ella no sabe corregir.  Catalina entra en estado de ira, cosa que tampoco sabe corregir.

Busca a su amigo investigador muy temprano el día siguiente, en procura de solución a la terrible falla.

–Tienes que traerme la foto.
–¿No puedes componer el daño a distancia?
–No, querida.  No es un computador que se pueda diagnosticar y reparar en línea.
–Pero ¿Cómo haré para pedirle la foto a Emilio?
–No entiendo.
–Está en su pieza; hay que sacarla de allí.
–¿La pusiste allí para espiarlo?  ¡No puedo ser cómplice!
–Yo veré cómo me la traigo y tú vas a hacer como que no sabes nada del uso que le estoy dando.
–Eso no va conmigo.

Hace uso de sus argucias femeninas para convencerlo de que le siga colaborando, pero ahora tiene que enfrentar el reto de recuperar la foto que regaló a su novio.  Cuando se la pide, él se niega a desprenderse del preciado recuerdo.  Le suplica, entonces, a su amigo repetir el proceso para sacar una nueva foto, que ella pagará los gastos; pero se va de espaldas cuando él le informa del costo.  Por fin un día que Emilio sale de viaje, ella convence a su madre de que le retire la fotografía, que ya está un poco ajada, para cambiarla por una renovada.

Su amigo logra hacer la reparación; ella le aplica una capa de barniz a la imagen para simular que es una nueva copia; la lleva a la madre del novio y la colocan de nuevo en su sitio.  Sale satisfecha del éxito de la misión y esa noche, con la intención de probar el buen funcionamiento, ubica la señal en su celular y la asombra un movimiento de cuerpos en la cama de Emilio, a media luz; aguza la vista, calibra bien la calidad de la imagen e identifica a la señora en ajetreo con… ¡el mejor amigo de Emilio!  ¡Cómo es que profanan la cama de este!  Muy a su pesar, tiene que abstenerse de informárselo a Emilio, pues delataría su propio secreto.

Cuando el muchacho regresa de su viaje, reorganiza la alcoba y pone la foto de su chica sobre la estantería, desde donde no enfoca un buen ángulo, y su novia se queda con medias imágenes en su espionaje; cuando ve a una persona sentarse junto a él en la cama, se queda sin saber si era un amigo con quien conversaba y observaban alguna revista o una mujer con quien se daba ciertas confianzas; cuando cree ver a la madre tendiendo la cama, se queda sin saber si le hace un favor al hijo o si un momento antes estuvo repitiendo lo de antes. 

Ahora tiene que lograr bajar la foto al sitio que ocupaba antes.  Lo visita en su casa y le dice, como sin querer queriendo…

–¿Por qué no pones mi foto donde estaba?
–Allá arriba también te veo y estás más iluminada, más cerca de la luz.
–No me gusta estar allá; pásame para abajo.
–¿Por qué te gusta estar abajo?
–Porque así te observo más de cerca.
–Está bien.  Te daré gusto, mañana, cuando reorganice la mesita.

Le cumple la promesa, pero queda intrigado: “¿Me observa?”  No lo entiende, pero empieza a cubrir la foto en momentos en que no quiere que ella se entere de lo que hace.  “Estoy loco; los ojos de una foto no ven”.  Así y todo, la sigue cubriendo, especialmente cuando lo visita una amiguita con quien se tiene mucha “confianza”.  Un día esta amiga se le roba la fotografía; cuando el se percata, no logra entender el por qué.  

Catalina se sorprende cuando, después de algún rato de oscuridad, la habitación que se le aparece es una completamente diferente a la de Emilio, con ambientación femenina.  Más sorpresa le causa la intensa mirada de una mujer que se acerca mucho a la foto, que la mira con lascivia, que le lanza besos.  Todavía más sorprendente será la escena del día siguiente, cuando la consabida chica tiene un encuentro muy ardiente con otra muchacha.  Catalina no sabe qué hacer.  ¿Qué le va a decir a Emilio?  ¿Con qué le va a salir al investigador?

En fin, después de mucho cavilar, decide que, en sus encuentros con Emilio, va a buscar la imagen hasta que logre pillar a la chica en uno de los suyos con pareja femenina.  No demora mucho en presentarse el momento esperado y le pone el aparato a su novio bien al frente de sus ojos.

–Mira en lo que anda tu adorada amiguita.
–¿Cuál amiguita?  ¿De qué hablas?  ¿Qué está pasando ahí?
–Se entretiene tu dichosa Paola.  (Ella había averiguado el nombre; no sabemos cómo; astucia femenina).
–Yo no conozco a ninguna P- ¿Quién está con ella?  Ah…  ¡Es Constanza!  ¿Desde cuándo estas dos…?
–Pero qué bien las conoces.
–Tú las conoces mejor, puesto que te mandan estos videos.
–No es un video, es una toma en directo, a través de la foto mía que le regalaste.
–Yo no se la regalé, ella la tomó… Eh… quiero decir… Tiene que haber entrado subrepticiamente a mi pieza para robarla.
–Sí…  Tan subrepticiamente como la recibes tú con frecuencia.
–Yo no la recibo en mi habitación.  ¡Nunca!  Pero… ¡Un momento!  Me acabas de decir que a través de tu foto haces tomas en vivo y en directo.  Quiere decir que me espiabas en mi intimidad desde hace tiempo.  Por eso querías que la foto estuviera colocada en cierta posición…  No te voy a demandar ante la justicia, pero no te quiero ver nunca más.  ¡Adiós!

No lo ha vuelto a ver, no ha podido recuperar la foto y se le esconde a su amigo el investigador.

Carlos Jaime Noreña

ocurr-cj.blogspot.com
cjnorena@gmail.com

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