domingo, 9 de junio de 2019


JOHNNY
Relato


Le gusta que le digan Johnny, pero se llama Juan.  Es un pintoresco asistente a la tertulia literaria a la que voy con unos amigos; es de mediana edad, pero aparenta ser más viejo, por su exigua salud y siempre va descuidadamente afeitado, mal vestido, con ropa muy usada y mal cuidada.  Cuando le dan la palabra dice cualquier incoherencia y cuando solicitan el pequeño trabajo asignado en la sesión anterior, siempre tiene una disculpa para no entregarlo.  Pero es sonriente, amistoso y conversador y se ha hecho al cariño de todos, que incluso le facilitan copias del texto de trabajo, pues nunca tiene con que comprarlo o sacarle una copia.

En lo poco que ha contado sobre su vida personal, ha dado a entender que es muy solitario y que no le atrae la idea de buscar trabajo, pues esa esclavitud no va con su talante “intelectual”.  Siempre está con libros viejos y revistas ajadas bajo el brazo, como para confirmar esa categoría, y si le inquieren sobre su contenido sale con un galimatías.  En una ocasión que le pidieron mostrar los ejemplares, se negó rotundamente.

Se mete en todas las actividades que no tienen costo.  Se inscribió en una de acuarela, donde siempre promete que comprará elementos y entre tanto le prestan paleta y pinceles, una y otra vez.  En el curso de inglés, pronuncia letra por letra y no le valen todas las indicaciones de la profesora; cuando hay que hacer ejercicios, se une al mejor del grupo, para que le dé las respuestas.  Va a los aeróbicos matinales de los domingos, siempre con su eterna ropa sucia de calle y sus zapatos rotos; algunos asiduos le insisten en llevar ropa ligera y tenis, para siempre recibir por respuesta que un amigo le prometió que se los regalaría “un día de estos”.

Cuando en Inglés o Acuarela recogen para un piscolabis colectivo, él nunca tiene dinero, pero sí traga de lo que se consume.  Le han ido cogiendo fastidio y lo esquivan por fuera de clase.  En una ocasión, una compañera que va en su vehículo para el curso, lo ve por la calle, no lo recoge y lleva el carro adrede hacia un charco, para salpicarlo.  Él la distingue a ella y ella nota que él se dio cuenta, mas no siente ningún remordimiento.

Un domingo, la plataforma de aeróbicos está con varias tablas sueltas; el hombre pide un martillo y se pone en acción, la deja firme y todos pueden disfrutar de la actividad.  Allí, siempre recoge todas las basuras, igual que en la tertulia y en las clases de salón.  El hombre es de buen corazón y de mucho sentido cívico.  En una ocasión, llegando a clase de inglés, Josefina, que acostumbra llevar su perrito, pide auxilio porque el animal está atragantado.  Johnny, con fría calma, le abre las fauces y le extrae una astilla de hueso.

Otro día, en plena clase, Félix sufre un desmayo, le aflojan las ropas e intentan darle agua, mas no responde.  Johnny se abre paso y ante la mirada incrédula de todos, se luce con un masaje cardíaco que revive al desgraciado.  Este se deshace en agradecimientos y le pide que lo acompañe en la ambulancia, que ya fue llamada.

En fin, otras acciones generosas y espontáneas del hombre le cambian los corazones a sus accidentales compañeros  y, en algún momento,  la Josefina, que ahora sí tiene complejo de culpa, los mueve a organizar una celebración para Johnny, aprovechando que se enteraron por casualidad de su fecha próxima.  Recogen el dinero y Josefina y Félix se encargan de adquirir la torta y demás consumos y de organizar el salón.  Finalmente, le hacen saber que el día de su cumpleaños se lo celebrarán en la clase de acuarela como una manifestación de gratitud.

Los organizadores, sabedores de su asidua asistencia a otras actividades, se ponen en la tarea de convidar a todos los inscritos en ellas, para que el homenaje al hombrecito salga mucho más pomposo.  Todos prometen asistir y efectivamente allí llegan el día señalado.  Diez minutos después de la hora, empiezan a preocuparse, pero algunos les recuerdan que Johnny no es nada puntual; podrá llegar a la media hora o a los tres cuartos.  Finalmente, todos tienen que consumir el banquete, sin cantar el happy birthday, y rifan entre ellos el regalito que le tenían comprado al Johnny, quien a partir de ese día no volvió a ninguna de las actividades.

Carlos Jaime Noreña
ocurr-cj.blogspot.com
cjnorena@gmail.com

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