domingo, 29 de diciembre de 2024

 Qué día tan cálido

Hoy, día fresco, me encontré esto que me había salido en uno de esos días calientes de hace unos meses...


Qué día tan cálido.  Muy, muy caliente.  Y muy brillante, esplendoroso.  El sol reina en todo el firmamento.  Ningún lucero osará aparecer.  El azul se derrama en derredor, hasta los bordes de todas las montañas.  Parece que fuera a durar eternamente.  No da señales de cambiar.  Las aves lo aceptan así y vuelan con majestad.  El viento se toma su libertad, va y viene.  El follaje tiene todos los verdes y las flores ostentan miles de colores.  Los frutos se muestran tentadores, pregonan su dulzor, imploran por la recolección.  El polvo del camino salta de alegría y nos deja testimonios.  Los cristales muestran su brillo y transparencia, también sus manchas, sus desperfectos no pueden ser disimulados.  Cerca de las fuentes húmedas, el aire se destransparenta en patrones titilantes.  Los seres vivos están apabullados, se mueven con dificultad, suspiran por el agua, solo su espíritu sabe admirar la belleza de este día.

Ahora caen unas diminutas gotas, espaciadas y tibias, como temerosas de estropear el cuadro, de dañar las intenciones del clima.


Eso de escribir


Como la perfección nunca se alcanza, se puede tomar la pluma con confianza.


No quise hacer una rima con ello, pero sí mostrar que vale la pena ponerse a escribir sin temores.  Todos los errores que cometamos son criticables y corregibles, pero que nadie nos indique cómo escribir.  Me pudieron enseñar a caminar, pero después yo adopté mi propio caminado.  Me enseñaron a dibujar en la primaria, pero después descubrí que soy negado para el dibujo.  No me enseñaron a cantar ni a escribir literatura y después encontré que no tenía la más mínima habilidad para el canto y sí alguna facilidad para escribir.


Arranqué a escribir cuentos, muy tarde en la vida, pero arranqué.  Los publico en mi blog y nadie me hace comentarios.  Los he mostrado a algunos y no me han prestado atención; me han elogiado, tal vez, un par de ellos.  En el cuento se encuentra la mejor oportunidad para crear, porque es simple, porque no tiene que ser largo, porque lo abarcamos entero, por lo regular, desde un principio y, sobre todo, porque vemos que vamos a poder hacer algo completo y arrancamos con confianza.


El que escribe, aunque sea unos cuentos, unas reflexiones o unos versos, está continuando la tarea de Prometeo, aunque tiene que saber que se arriesga a recibir un castigo equivalente.


La novela intimida, por causa de muchos principios, válidos o no, pero universalmente aceptados: tiene que ser larga, tiene que ser compleja, tiene que tener nudos, hay que darle un apropiado desenlace, no se pueden cometer inconsistencias en los personajes, en las situaciones… La decisión de empezar a escribir una novela sí es un “alea jacta est” y la garantía de futuros dolores de cabeza.


viernes, 13 de diciembre de 2024

NAVIDAD CON LUCES Y SOMBRAS


Él iba andando por la calle iluminada con colores y esplendor.

Su alma solía sublimarse siempre en esta época y él quería revivir aquello este año, había ornado su aposento con luces y colores y había estado comprando algunos regalos para sus más allegados.

Le intrigaba por qué lo cubría una sombra al pasar bajo arcos luminosos y árboles llenos de bombillitos.  Una niña que cruzó su camino lo llevó a recordar a la suya, ahora madura y lejana…

Lejana en el globo y ya también lejana del corazón, por decisión de ella, no de él.  Su niña mimada de hace años, con la que había vivido muchos momentos felices, ahora se había empeñado en rechazarle invitaciones y reclamarle por hechos ya viejos, que se suponían superados.  Los traía a cuento por causa de algún recuerdo que la asaltó en sueños y que acogió como a un amigo, pero un amigo de esos que aconsejan mal, de esos que quieren sembrar la discordia.

Lo distrajeron los cantos de un grupo musical que venía en romería y se embelesó por unos minutos en reminiscencias de todas sus edades.  Volvió a ver las velitas encendidas y los chorros de diminutas estrellas que salían de unas varas encendidas que sus hijos agitaban con las manitas, volvió a ver los manjares navideños en la mesa y los chicos devorándolos con avidez, volvió a ver la mirada extraña de una madre que luego los abandonaría, mirada que en un futuro quedaría reflejada en los requiebros  de una hija crecida.

Caminó un poco más por la vía embargado en esos pensamientos y cuando cruzó un puente sin luces, un espacio oscuro en medio de toda la fantasía luminosa, alzó la vista al cielo despejado y se quedó arrobado mirando el intenso brillo del planeta amarilloso que por esos días estaba en su máxima cercanía al Sol, recobró optimismo, pensó que nada estaba perdido todavía y siguió su camino con mirada clara y corazón latiendo al son del espíritu navideño.

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