Qué día tan cálido
Hoy, día fresco, me encontré esto que me había salido en uno de esos días calientes de hace unos meses...
Qué día tan cálido. Muy, muy caliente. Y muy brillante, esplendoroso. El sol reina en todo el firmamento. Ningún lucero osará aparecer. El azul se derrama en derredor, hasta los bordes de todas las montañas. Parece que fuera a durar eternamente. No da señales de cambiar. Las aves lo aceptan así y vuelan con majestad. El viento se toma su libertad, va y viene. El follaje tiene todos los verdes y las flores ostentan miles de colores. Los frutos se muestran tentadores, pregonan su dulzor, imploran por la recolección. El polvo del camino salta de alegría y nos deja testimonios. Los cristales muestran su brillo y transparencia, también sus manchas, sus desperfectos no pueden ser disimulados. Cerca de las fuentes húmedas, el aire se destransparenta en patrones titilantes. Los seres vivos están apabullados, se mueven con dificultad, suspiran por el agua, solo su espíritu sabe admirar la belleza de este día.
Ahora caen unas diminutas gotas, espaciadas y tibias, como temerosas de estropear el cuadro, de dañar las intenciones del clima.
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