domingo, 3 de febrero de 2019


TERREMOTO ENCARGADO
Relato


En el pequeño municipio de Brisas de Gulcán había revuelo por la noticia de la mina de oro hallada por la Angels Mining Company y su inminente explotación, que los podría hacer a todos muy ricos, según rumores.  Lo cierto fue que encontraron una gigantesca veta del metal a una profundidad mayor a la usual y la compañía estaba estudiando la forma de explotarla de una manera económicamente viable.

Unas semanas después, llegó el cura de una visita al titular de su diócesis con la noticia bomba:  la mina sería explotada por fracking, según informó “confidencialmente” el gobernador del departamento al señor obispo.  Los comerciantes del pueblo se alegraron imaginando ya el movimiento económico que tendría el municipio con la llegada de centenares de funcionarios y trabajadores de la minera; los agricultores se mostraron preocupados temiendo la destrucción de sus tierritas.  Los políticos corrieron a promover la idea de un “distrito especial minero de Brisas de Gulcán”, sin saber siquiera para qué serviría eso.

Como hubo tanto revuelo desde que se mencionó lo del fracking, los periodistas viajaron a buscar al mismísimo Mr. Swindle, presidente de la compañía minera.  El gringo se dio el lujo de no recibirlos, diciendo que él no se ocupaba de esos detalles.  “Para eso hay un director de nuestra subsidiaria en su país, Mr. Tangle; él les da toda la información”.  Con mil cámaras y micrófonos fue la entrevista a Mr. Tangle, quien les explicó que el fracking era solamente parcial, que no había lugar a temer perjuicios de ninguna índole para el subsuelo, ni para el casco urbano del municipio.  Agregó que ya tenía las licencias en regla por parte de la Agencia Ambiental del Ministerio de la Minería.

Unos meses después, la dicha fue grande en el pueblo cuando les ampliaron la carretera, lo que nunca habían podido conseguir.  A poco empezó a llegar toda la maquinaria pesada rumbo a la vereda Horizontes, donde se decía que se encontraba el yacimiento a muchos metros bajo tierra, en las fincas de don Estanislao Bedoya y don Apolinar Pataquiva, que les habían sido expropiadas para abrirle paso al “progreso”.  La compañía abrió oficinas en una casona que alquiló en el parque principal y publicó la convocatoria de reclutamiento de personal.  Cuando empezaron a presentarse ingenieros, médicos, contadores y abogados, los despacharon de una vez, porque no necesitaban personal calificado “que lo hemos traído todo de nuestro país”; solo hacían falta peones.

En fin, comenzó a laborar la compañía, con empleados extranjeros y muchos trabajadores del pueblo y de la región.  Los dirigentes locales, para celebrar la “nueva era de progreso” organizaron unas fiestas que llamaron “Las Fiestas Doradas”, que se realizaron durante tres días, con bailes, cabalgatas, concursos, reinado “del oro” y condecoraciones a los directivos gringos y al político local que supuestamente había atraído a la compañía para las exploraciones iniciales.  Las prostitutas del poblado y los caseríos vecinos hicieron su agosto en ese mayo y de una vez decidieron quedarse para seguir lucrándose los fines de semana de los salarios de los operarios.

No bien pasaron las fiestas, comenzó un desfile de camiones que cargaban unas cajas muy bien selladas y venían custodiados por fuerte escolta.  Pronto se descubrió que se trataba de dinamita y cundió el pánico entre la población.  El coordinador general llamó a la calma, explicando que los explosivos se utilizarían en el área de la mina y, además, no en superficie, sino en profundidad; explicó, también, que la dinamita posibilitaba minimizar los daños del fracking, pues este se haría sobre estratos muy profundos, para completar luego la fragmentación, en los estratos superiores, con este explosivo.

Los más perspicaces maliciaron la magnitud del daño por llegar.  Organizaron una campaña en contra, se hizo un paro cívico, el gobierno llamó a negociaciones que no fructificaron, comenzó la represión y después vinieron las promesas, como un caramelo que los calmó mientras seguían avanzando las fases de pre-producción. 

Nada paró a la minera, la perforación comenzó, un día se inició el fracking, al día siguiente se perdieron aguas en muchos predios, los campesinos reclamaron, la compañía se lo atribuyó al prolongado tiempo seco y el ministerio le dio la razón.  Los periodistas llegaron a indagar al director general por las diez mil toneladas de dinamita que se utilizarían en la siguiente fase.  “¡No, no, no!  Son solo cinco mil.  No harán cosquillas”.

Culminada la fase de fracking, se invirtieron varias semanas en la minuciosa colocación de la dinamita en las profundidades, en las grietas resultantes de aquella fase, a intervalos dizque muy bien calculados para que se pulverizara la roca y quedaran libres las menas de oro, que ya serían fácilmente extraíbles.  Para el 31 de octubre se programó la detonación del explosivo, lo que suscitó cábalas de los adivinos y agoreros, pues se estarían perturbando las celebraciones que esa noche realizarían las brujas, los duendes y demonios en las profundidades infernales.

Se llegó la tarde esperada.  En ceremonia especial, el mismísimo Mr. Tangle activó el mecanismo de mando explosivo desde un punto situado a quince kilómetros del lugar (siempre era que temía volar en pedazos) frente a las autoridades locales, departamentales y hasta el presidente de la república, más la infaltable nube de periodistas.  Se escuchó un ruido atronador, se produjo un pequeño temblor de tierra, el gringo dijo irónicamente “¿esta era la horrible terremoto que esperaban?” y recibió efusivos aplausos. 

Salieron a celebrar con champaña, mientras en los poblados cercanos a la mina llovían trozos de oro que los campesinos recogían frenéticamente, peleándose entre sí por alcanzar los más grandes.  No había quien los controlase porque los funcionarios y trabajadores de la mina habían sido alejados por “medidas meramente precautelativas”.  La noticia les llegó a los grandes señores en su fiesta, seguida inmediatamente por otra más alarmante:  un gran terremoto había devastado la capital de la república.  Fríamente dijeron los geólogos que tuvo que ser que la onda de choque viajó, por alguna razón desconocida, a través de la litosfera y algo la hizo rebotar hacia la planicie donde se encontraba la capital.

Carlos Jaime Noreña
ocurr-cj.blogspot.com
cjnorena@gmail.com

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