lunes, 24 de septiembre de 2018

CASO RESUELTO
Relato


La fiscalía fue llamada para reportarle de un hombre asesinado en el piso 13 del edificio Bureau 85, en plena avenida 85, centro de actividad financiera y de negocios de la ciudad.  Mientras esperaban, los empleados de las oficinas del piso hacían las más diversas especulaciones sobre lo que pudo pasarle a aquel hombre externo al edificio que venía de visita ocasionalmente.  Fue encontrado en el corredor, junto a la puerta de los baños femeninos, sangrando por la región occipital sin señales de vida.

–Trató de propasarse con alguna y ella le dio un golpe en la cabeza.

–¿Sí?  ¿Quién?  ¿Cuál de ustedes, chicas, fue la ofendida?

–La que hubiere sido, no lo va a reconocer tan fácilmente, porque la procesarían por asesinato.

–Pero la delataría el nerviosismo y yo no veo a ninguna de ustedes ‘salida de la ropa’.  No veo respiraciones agitadas, palidez, ojos llorosos, temblores…

–Bueno don detective, ¿por qué no espera a que llegue el verdadero o nos cambia la hipótesis?

–Mi hipótesis es que lo hizo alguien de afuera, o de otro piso, y huyó rápidamente.

–La mía es que el asesino está entre nosotros.

–Esto parece un juego de roles.  ¿Quién hace de asesino, quién de investigador, quiénes de testigos?

Los llamados de los jefes a retomar el trabajo disolvieron la macabra tertulia; un auxiliar de oficina fue encargado de no abandonar el cuerpo hasta la llegada de la policía y a una empleada del aseo le ordenaron limpiar con cuidado el piso alrededor de la cabeza, sin mover esta ni el resto del cuerpo.  Al cabo de un rato, al llegar los agentes, se formó nuevamente el corrillo, pero estos pidieron silencio y retirarse varios pasos atrás.  Después de verificar posición, tomar medidas y hacer fotos, comenzaron las preguntas de parte del detective Régulo Forero…

“¿Cómo se llamaba…”  “trabajaba aquí…”  “quién lo conocía…”  “a qué vino aquí?”

Claudio Posada informó que se llamaba Jimmy Albarracín, vendedor, que venía ocasionalmente a ofrecerle seguros y planes de viaje; que a eso vino por la tarde y aparentemente también a cobrar dinero a un cliente.

–¿Quién lo encontró en el piso?  ¿Se sabe quién lo atacó?

Hubo un breve silencio hasta que alguien dijo que Rebeca fue la que lo encontró y lanzó un grito llena de pánico.  Rebeca relató que salió para el baño y al llegar a la puerta encontró ese “muñeco” ahí tendido y sangrante bloqueando la entrada y gritó tan angustiosamente que todos acudieron asustados e intrigados.

–¿No arrastró usted el cadáver?

–No lo toqué siquiera, ¡qué horror!

–Este cuerpo fue arrastrado desde otro lugar y limpiaron muy bien la sangre.

Ante esta afirmación, Melisa se desmayó; un compañero logró asirla en el aire y la llevaron a un sofá a airearla y hacerle aspirar un poco de alcohol, hasta que volvió en sí.

Un jefe dijo que él había ordenado a una aseadora limpiar la sangre alrededor sin mover el cadáver.  El detective adujo que todo parecía indicar que habían limpiado desde los baños de hombres, antes del descubrimiento por parte de Rebeca.

–¿Quién tiene algo que agregar?

Completo silencio.

–Todos le dan, por favor, sus nombres y datos personales a mi asistente.  Los podremos buscar en cualquier momento.  Entre tanto voy a solicitar ayuda técnica, para aclarar lo del arrastre del cuerpo.  Absténganse de barrer o trapear los baños y el corredor, hasta que hagamos la prueba fluoroscópica.

Al día siguiente, a primera hora, llegó el detective a donde el jefe de oficina y le pidió convocarle a Hortensia, la señora del aseo, en un lugar privado, para entrevistarla.  Al preguntarle si ella había encontrado el cuerpo en otro lugar y lo había arrastrado al corredor, ella respondió, con serenidad que vio el muerto por primera vez cuando acudió al grito de Rebeca.  Pidió, entonces, hablar con Claudio, mas el jefe le informó que este se debía de encontrar en la sucursal del sur, pues tenía encomendada una tarea a primera hora allí y le prometió hacerlo llamar de inmediato.  Mientras llegaba Claudio, solicitó a Melisa.

–¿Por qué te desmayaste?  ¿Qué te impactó tanto?

–Soy muy impresionable.  Usted recordará que yo estaba detrás de todos, porque no quería ver el cuerpo; solo que la curiosidad no me dejó quedar en mi escritorio y quise, al menos, escuchar lo que se decía.

– ¿Quién nos podrá contar sobre otra escena tuya de “impresiones”?

Tal vez mi jefe.  Una vez me le estaba desmayando cuando nos relataba, muy gráficamente, de un accidente suyo con heridos graves.

–Veo que tu puesto de trabajo está junto a la salida al corredor.  Quizá recuerdes quién salió tras el señor Albarracín ayer.

–Salió Claudio.  Ellos estaban discutiendo; el señor Jimmy se despidió muy disgustado; luego Claudio dijo “voy al baño” y parece que fue tras él, que también iba camino al baño.

–¿Quién más pudo haber salido?

–Nadie más en un rato.

–¿Claudio volvió pronto, como en el tiempo normal de una orinada?

–No… Me parece que demoró más.

–¿Lo viste regresar asustado, nervioso, pálido, extraño?

–Lo vi entrar muy tranquilo, revisando su celular, como si nada.

–¿No fuiste al baño de mujeres?  ¿No viste a la aseadora por allí?

–No, Lida Yaneth ya había terminado turno y salido.

–La señora del aseo se llama Hortensia…

–Esa es la otra.  Tenemos dos para todo el piso, pero Lida ya había terminado turno ayer.

Pidió hablar de inmediato con Lida Yaneth; le dijeron que llamó a informar que estaba solicitando una cita médica por atención prioritaria porque amaneció muy enferma.  “Ya sanará, si es que en verdad lo está”.  Pasó luego a verificar con el jefe lo del nerviosismo de Melisa.

Cuando llegó Claudio, el detective le indagó por la otra persona a quien Albarracín supuestamente iba a cobrar una cuenta; este le respondió que creía se trataba de un gordito de Contabilidad que le compraba mucho y le debía bastante.  Le preguntó luego si se encontró con Jimmy en el baño.

–Cuando iba para allá, alcancé a ver que él se dirigía al mismo lugar; quise evitar un nuevo encuentro con él, porque acabábamos de tener una discusión muy caliente, y tomé las escaleras hacia el piso de arriba, para usar un baño diferente.

–¿Quién puede atestiguarnos que usted entró al baño de ese piso?  ¿Encontró usted a alguien allí?

–Déjeme pensar… ¡Claro que sí!  Ya recuerdo que estuve comentando sobre el partido del domingo con Armando, que se encontraba en ese baño.

–¿Concordaron en el análisis o también tuvieron ‘discusión acalorada’?

–Un poco acalorada, pero amigable.  Somos hinchas de los dos equipos de fútbol de la ciudad y, por lo tanto, rivalizamos.

–¿Hablaron un buen rato o solo mientras se aliviaban de su necesidad?

–Seguimos la discusión un ratico en el corredor.

El detective le ordenó a Claudio no retirarse hasta que viniera Armando, a quien mandó a llamar.  Llegado este, comenzó a interrogarlo en privado sobre su conversación de la víspera y encontró que no había contradicciones sobre lo discutido, el lugar y hora del encuentro casual, los lugares de conversación y su duración aproximada.  Enseguida, pidió al jefe de oficina notificarle tan pronto regresara a trabajar Lida Yaneth y se despidió.  Mientras descendía en el ascensor, barajaba sus hipótesis…  Originalmente fueron Melisa por su desmayo, una aseadora por haber limpiado el piso, Claudio porque siguió a Albarracín al baño, pero cada uno tenía buenas coartadas.  Quedaban la Lida, quien tenía que tener muy perfecta coartada, y el pompito de Contabilidad.

Por la tarde, regresó a buscar a este último; averiguó con el jefe de Contabilidad si había un empleado que tenía negocios con Jimmy Albarracín y este lo dirigió inmediatamente al “gordo Montejo”.  Se asustó el muchacho al presentársele Forero como detective, pero pronto se aclaró, con testimonio de todos los compañeros, que ese señor no lo había visitado la víspera, ni anunciado siquiera visita; además, Montejo ya no le debía nada; la información que tenía Claudio era ‘trasnochada’. 

El día siguiente, Forero recibió llamada del jefe de oficina y se fue acucioso a indagar a Lida Yaneth.  La encontró muy nerviosa, trató de calmarla lo mejor que pudo y la invitó a tomarse un agua aromática antes de entrar en materia.

–¡Yo no lo maté!  Lo encontré muerto en el piso del baño pero entré en pánico imaginando que me lo iban a atribuir.  Lo que se me ocurrió fue sacarlo de ese lugar para que no sospecharan de mi porque soy la que entro con frecuencia a asear allí.  ¡Qué tonta!  Como si no aseara también el corredor.

–Y ¿por qué limpió?

–Aterrada viendo ese rastro de sangre corrí a lavar para quitar toda huella de que estuvo en el baño, hacer creer que lo mataron en el corredor y que no fui yo.

–Hacer creer que no fue usted… O sea que sí fue usted.

–¡No!  ¿Cómo se le ocurre?  Ya le dije que lo encontré ya muerto.

–¿Cómo estuvo tan segura de que sí había fallecido?  Podría tener alientos todavía y usted hubiera pedido ayuda para salvarlo.

–Yo me acerqué a su cara y sentí que no respiraba en absoluto.

–Así que, en medio del pánico, tuvo tiempo de reflexionar y buscarle signos vitales.

–¿Signos? ¿Qué es eso?  Busqué respiración.  Pero ahí fue cuando me asusté, cuando verifiqué que no respiraba.

–¿Por qué no le avisó a nadie?

–¿Para que me lo achacaran?  En mi pánico, solo pensé en salir corriendo; ya había terminado turno y estaba arreglada para salir cuando me dio por entrar a ese baño a revisar una última cosita y en ese momento fue cuando lo vi.  Así que lo moví, limpié y salí directo para mi casa, temblorosa.  Hasta tomé un bus equivocado en la avenida y llegué muy tarde.

–¿Por qué faltaste al trabajo el día siguiente?

–Amanecí muriéndome del más intenso dolor de cabeza, con náuseas y mareo; la hija me llevó como pudo a urgencias; me diagnosticaron migraña de origen desconocido, me dejaron reposando en camilla, con suero, y me dieron incapacidad por todo el día.  Se lo atribuyo a la horrible experiencia del lunes.  En manos de la secre de la sección dejé la boleta de incapacidad y el extracto de la historia clínica.

Al llegar a su oficina, el detective era esperado por un funcionario del laboratorio, quien le preguntó si había tomado en cuenta lo del jabón.  Cuando este, intrigado, le pidió aclaración, el hombre le recordó que en el informe de fluoroscopia había una nota al pie que hacía referencia a una sustancia alcalina similar al jabón que venía mezclada con la sangre.  Sin responderle, salió corriendo Forero con el informe en una mano y la chaqueta en la otra, tomó el ascensor, fue releyendo el informe mientras se aproximaba al primer piso y tomó un taxi para llegar a Bureau 85.  Subió apurado y esperó que Lida Yaneth saliera de arreglarse, pues había terminado turno.

–Oye, mujer, sacaste el cadáver del baño y trapeaste con jabón para eliminar las evidencias.

–No, para eliminar la sangre, pero no fue con jabón, sino con Fantasioso, el líquido para limpiar pisos.

–¿Por qué tan empeñada en quitar el rastro de sangre y hacer creer que lo mataron en otro lugar?

–Ya le dije que entré en pánico e hice esa locura.

–¿Y qué puede explicar la presencia de jabón en las muestras?

–¡Ah!  Será tal vez del charquito de jabón que se forma en el piso porque hay una filtración desde el dispensador que no ha sido reparada.

Le pidió acompañarlo al sitio y, efectivamente, ya había un pequeño charco de jabón frente a uno de los lavamanos.  Forero se apoyó en el hombro de Lida y, dejando el pie izquierdo firmemente afianzado en el piso, trató de deslizar el derecho en el jabón y comprobó que sí deslizaba con toda facilidad.

¡Caso resuelto!  Tras unas comprobaciones con los forenses y un análisis de las suelas de los zapatos del occiso, Forero validó la hipótesis que construyó después del descubrimiento del jabón:  Jimmy Albarracín entró a los servicios, no se percató del jabón en el piso, resbaló en él, se fue de espaldas, golpeó muy fuerte el piso con la parte de atrás de la cabeza, sangró un rato y ya había muerto cuando la aseadora lo encontró.


Carlos Jaime Noreña
ocurr-cj.blogspot.com
cjnorena@gmail.com

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